No hay accidentes cuando uno los necesita : Sigue lloviendo cuando salimos de la demostración de
judo : bajo los abrigos de los niños se ven los faldones blancos de los
kimonos. Daniel está enfadado porque le ha tocado repetir ejercicios con un
niño más pequeño que debería haber venido en su turno, una hora antes. Un enano
hiperactivo que de vez en cuando miraba hacia la grada y se pasaba sonriente el
pulgar de un lado a otro del cuello, como asegurándole a alguien que recordaba
lo que le habían dicho. Como si no fuera sábado, como si no tuviera seis años,
como si esto no fuera judo, coño. Todo el esfuerzo de Daniel estaba en no
tumbarlo con las dos llaves que se sabe para no aplastarlo. Pero los accidentes
existen: lo habría entendido y celebrado. Bueno, le digo en la calle, lo
importante era acostumbrarse a hacer las llaves delante de público. Sigue
enfadado y yo me callo porque lo entiendo. A la izquierda veo una bicicleta sin
sillín atada a lo que parece una versión ampliada de su estructura.
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