A cualquier cosa la llaman fiesta : Dirán los ancianos que con esta oferta de helados
también malcriamos a nuestros hijos, que en su época solo había un sabor, a hielo,
y que gracias a asuntos así ellos han salido firmes y sin tonterías, igual
que el horizonte en Albacete. De eso doy fe porque, como resultado, a cualquier
cosa la llaman fiesta, pero entre las dos infancias yo me quedo con la de
Daniel, que incluye a una dependienta esperando con la cuchara para helados en
la mano mientras él se decide. El ritmo de producción de los de I+D+i es tan
salvaje que los de marketing, incapaces de seguirlos, todavía no le han puesto
nombre a algunos helados expuestos. Daniel elige un sabor y después otro con
cuidado, como si su decisión fuera un pájaro que pudiera salir volando. Yo
tampoco hago ruido. Y la dependienta, experta, asiente con la cabeza y va
formando las bolas con pequeñas olas que se van cerrando sobre sí mismas en un
goloso silencio.
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