Sin tiempo para calentar : A la columna
de Leila Guerriero de hoy hay que llegar: salir un poco antes de casa, caminar
a buen paso hasta el metro y después hasta esta cafetería, coger El País antes
de pedir el cortado, pagarlo, agarrar el pequeño vaso de cartón por el borde
superior para no quemarse, añadir el sobre de azúcar
y la cuchara de plástico, y sentarse en la mesa de las sillas altas, tiene que
ser en la mesa de las sillas altas.
Otra opción es que la columna
llegue a ti navegando sin prisas por Internet y que la leas después de hacer
click. Son las mismas palabras dispuestas en el mismo orden con idéntico
título, pero el texto es diferente y el efecto rebajado. En la
mesa de las sillas altas, la columna todavía se agita con fuerza como un pez en la cubierta luchando por seguir vivo. Desde fuera,
parece que nada sucede, que aquí hay alguien tomándose un café mientras lee esa
última columna con prisa porque ya casi son las nueve. Desde dentro, ese golpe
fuerte que se recibe cuando el escritor no se ha concedido ni una sola palabra
para calentar.
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