Una forma productiva de tirar el tiempo : Tal vez este sitio, junto a la ventana en la primera
planta del mercado de San Ildefonso, sea mi favorito para tomarme un vino y desmenuzar
tranquilamente con la mirada a la gente que camina por la calle. La copa de
vino que me acompaña es de un puesto estrecho que atiende una chica que me
dejar leer tranquilamente la carta escrita en una pizarra. Cada vino tiene un
precio fijo por copa, lo que me extraña: no debería valer lo mismo la copa que
se sirve de una botella que se abre delante de ti que otra que apura lo que
queda en otra. En el fondo, el tipo de vino me da igual porque este
mirador eleva el nivel de cualquiera que pueda elegir. Lo que quiero es que se
gire, que abra la puerta de la nevera, que saque la botella, que pruebe su
temperatura con la mano, que agarre el sacacorchos, que quite el corcho con
rápida precisión, que desenrosque el corcho, que lo mire, que asienta, que
saque una copa y que me sirva como si después fuera a hacerlo para ella. A
veces, como hoy, hay suerte y después me siento obligado a beberme el vino más
despacio.
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