El MacBook de Lola : Fe, entre otras
cosas, es suponer que la profesora de chino hace bien su trabajo. Le pregunto a
la que hoy sustituye a la que teníamos si los mellizos van bien y me dice que
sí. Fe es creerse también esa respuesta.
La nueva profesora se expresa mejor
que la anterior.
-¿Señor? – me dice, acercándose con
su MacBook en la mano - ¿Podría darme la clave para conectarme a Internet?
Le paso el código. Su pantalla está
llena de iconos y de fondo tiene el dibujo de un cactus sonriente. Parece el
ordenador de una veinteañera japonesa y por un momento me entra la duda. Igual
están aprendiendo japonés.
-Voy a enseñarles unas canciones –
me dice.
Les dejo en el salón cantando
melodías conocidas. Parece que estuvieran celebrando un cumpleaños. Escucho que
Lola, que es como nos ha pedido que la llamemos, se anticipa a las peticiones y
va proponiendo nuevas canciones, como si los tres fueran personajes de una
serie de dibujos animados.
Aprovecho para leer el periódico en
la cocina y volver a encontrar motivos para que los enanos estén cantando
canciones en chino en el salón. No faltan. A finales de febrero, el total del
dinero que alemanes y holandeses se han llevado ya de Italia y España es de
600.000 millones de euros. Un dinero que no deja ningún titular en las primeas
portadas de los periódicos porque, realmente, no tenemos ni periódicos serios
ni periodistas serios ni, me temo, lectores serios.
Esto es lo importante del mundo,
según El Mundo : “El magnate sitio Kayali pagó la cacería del Rey en Áfica”.
Leído deprisa, parece que al que cazaran fuera al Rey, lo que, en cierto modo,
también tiene sentido.
También hay un grupo de padres que
piden que se quiten los deberes en casa. No sé si por fe en el sistema (otro
tipo de fe aun más ciega que la mía en Lola) o porque, inconscientemente, ya
bajan los brazos : que los niños, por lo menos, den balonazos frente a un muro,
que las criaturas jueguen hasta que lleguen a los treinta.
Me sirvo una copa de vino. Los enanos y Lola siguen cantando. Deberíamos llevarnos bien con Lola porque tener un contacto así siempre es bueno. Tal vez en el futuro ella pueda sernos de utilidad para que podamos vivir en una lejana provincia china enseñando español a las nuevas generaciones de chinos. ¿Qué para qué va a querer un chino saber español si aquí ya gran parte de los negocios se harán en chino? Pues también es verdad.
El vino no es muy bueno, pero es la
botella que tenemos de guardia para las cenas de la semana.
Al terminar las canciones, me
acerco a hablar con Lola. Es una veinteañera china con ese empuje de
adolescente japonés que se ve en los documentales. Parece que esta nueva
generación ya no tiene esa cierta desorientación de los que empezaron abrir las
primeras tiendas. Ahora ya saben dónde están, qué pueden hacer y a qué aspirar.
Esas referencias de un mapa interior que a los demás se nos están borrando.
-¿Van bien en la clase?
-Sí – me dice. Me enseña una hoja
en la que han escrito algunas palabras – Esta quiere decir papá.
El ideograma para papá es una e con
unos palos cruzados encima. Los palos me hacen pensar en esos martillos
avanzando del video de Pink Floyd en el que un coro de niños cantaban que no necesitaban
educación. Tal vez todos ellos estén sirviendo pintas en algún bar.
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