Tregua : He repetido esta
acción muchas veces. Del cesto azul voy sacando la ropa y la voy colgando en
las cuerdas. Cada prenda con un par de pinzas del mismo color. El ruido que
hace la cuerda al girar es de los que te fijan al momento y hacen de la casa un
hogar : en ningún hotel podrás escucharlo. Debe ser un sonido que no ha
cambiado en años.
Tiro de la cuerda, colocando con
cuidado cada prenda. Es pronto y ya se siente el sol en el patio, al que dan los
dormitorios del bloque, por lo que casi todas las persianas están bajadas. Sólo
escucho el ruido de la cuerda y el de unos pájaros, cuyo piar va golpeando las
paredes y cayendo, como una pelota de tenis lanzada con fuerza. Noto el calor
del sol en las manos. Con cada pinza sujeto las prendas y el sol y el calor y
el ruido de los pájaros y el avance de esta mañana de domingo, a la que trato
de retener pinza tras pinza.
He repetido esta acción muchas
veces, pero hoy es diferente. Los enanos están de vacaciones y, más que para
que se seque, cuelgo la ropa para que descanse. Un pijama, un bañador, la malla
de gimnasia, la falda, un jersey, otro jersey, la camiseta amarilla de fútbol,
un pantalón, un calzoncillo y otro bañador. Por muchos kilómetros que pueda
haber entre nosotros, esta ropa colgada, como el ancla de un barco, impide que
se alejen del todo. No hay prisa por plancharla, así que pueden quedarse en la
cuerda todo el tiempo que necesiten.
La ropa queda dentro de un
triángulo perfecto de sol.
Si, por fin, alguna de esas persianas se sube
y alguien asomado ve la ropa colgada, podrá leer que, escrita en la combinación
de las prendas, está la petición de una tregua.
La ropa al sol, esa es la única bandera en la que creo. Redondo el post, hasta se huele la ropa.
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