Una mandarina bien ganada : Quizás sería una
buena idea llenar España de nuevo de grúas y empezar a desmontar todos esos edificios
que no se van a vender y por los que, de noche, caminan los fantasmas de los
promotores y los constructores. Ese sería el mejor mensaje a Europa y a
nosotros mismos de que hemos aprendido la lección. El auténtico borrón y cuenta
nueva.
No creo que todo el problema haya
sido la codicia, sino la educación que recibimos, en la que lo normal era jugar
con piezas de Lego y construir. Esta es una crisis que tiene su origen en el
subconsciente, y es que hemos asociado el hecho de colocar una pieza sobre otra
con una fuente de placer, de alegría, de gozo, de creatividad. Y, una vez ya
creciditos, como en Lego no había piezas para adultos (¿Por qué, Lego S.A.?),
nos dio por repetir ese esquema tan divertido con los ladrillos, que son más
feos, pesan más y no vienen en varios colores, pero, puestos uno encima de
otro, aguantan, y puedes construir “Residencial El Vergel”, que además vendías
y después te ibas a ponerte ciego de cigalas para celebrarlo.
La culpa, de nuestros padres. Ya
está todo dicho. Hemos construido millones de pisos que no se van a vender para
revivir la infancia, eso es todo. Que nos hemos pasado un poco, pues sí, pero
cuando eras niño no te parabas a preguntar de dónde sacaban tus padres tantas
cajas para que pudieras levantar en el salón de tu casa una réplica del Coliseo
romano. Y aquí tampoco te ponías a hilar fino con el tipo del banco que te daba
las piezas que querías, que él recibía de otro tipo de un banco alemán, que
parecía que se las regalaran a él.
Hemos jugado de más, tampoco es
para ponerse así. Ha sido un recreo a lo bestia en el que nos hacían los coches
a medida. Pues bueno.
Así que, para no dar mal ejemplo a
las nuevas generaciones, propongo que desmontemos todos esos edificios y les
compremos a los niños un IPad para que, si quieren montar piezas, que lo hagan
de una forma virtual.
Y ahora voy a pelarme una
mandarina.
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