Razones para una capitulación : Puedo
decir que han sido casi siete años inventándome cuentos para los mellizos. Siete
años que han servido, sobre todo, para darme cuenta de lo difícil que es imaginar
y para experimentar ese cansancio que nace de la impotencia de crear una
historia interesante. La cabeza no deja de arrimarse a los tópicos, a los
lugares comunes, a las moralejas habituales y es casi imposible alejarse y
abrir un sendero nuevo por el que puedan caminar con otro ritmo el que cuenta y
el que lo escucha. A veces parece que el cerebro no estuviera especialmente
interesado en la imaginación, como forma de combinar de manera diferente los
elementos habituales, y prefiriera, por un tema de supervivencia, la repetición
y la constancia para protegerse frente a lo inesperado.
El caso es que he dejado de
inventar cuentos y ahora leo los que escribió Gianni Rodari. Este escritor de
cuentos infantiles, que llegó a publicar una “Gramática de la fantasía”, sabía
cómo estimular la imaginación para producir historias sorprendentes a partir de
combinaciones inesperadas. Y ahora, liberado de la presión de crear cuentos
nuevos, el momento de contar el cuento se convierte en una actividad
distinta en la que la atención se puede fijar en otros aspectos. El propio
Rodari lo explica :
“Mientras el río tranquilo del
cuento corre entre los dos, el niño puede finalmente disfrutar de la madre a
sus anchas, observarle el rostro en todos los detalles, estudiarle los ojos, la
boca, la piel…Escuchar, escucha,; pero se permite de buen grado distraerse de
la narración – por ejemplo si ya conoce el cuento (y por ello, quizá ha pedido
maliciosamente su repetición) y, por lo tanto, sólo debe controlar que avance
regularmente. Mientras tanto, su ocupación principal puede ser estudiar a la
madre, o al adulto, lo que raramente puede hacer cada vez que quisiera” Pagina
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Ese juego del análisis no va solo
del hijo al padre, sino del padre al hijo. Ahora puedo, leyendo la historia a
mi ritmo, fijarme en las reacciones, detenerme ante las preguntas o disfrutar
de las reacciones cuando llega el final. Es el cuento, sí, pero, sobre todo, lo
que rodea al cuento.
Aunque lo cierto es que si he
dejado de inventar cuentos es, básicamente, por un tema de egoísmo. Lo del
cansancio es, como siempre, una excusa. Después de tantos años yo también
quería que alguien me contara un cuento. La realidad empieza a ser agotadora (y aburrida) y necesitaba
alguien que me estimulara con su imaginación. Les digo que les voy a contar un
cuento, claro, pero en el fondo yo también experimento placer cuando leo el
título y, como ellos, me dejo llevar por estas historias que casi siempre están
a la altura de lo que prometen y que me dejan con el ánimo dispuesto para abandonarme a un sueño tranquilo.
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