La consagración del silencio : La cruz encendida en lo alto del tejado de la iglesia
recuerda que Dios está presente las veinticuatro horas del día y que ahí, como
en una farmacia de guardia a la que se acude de noche para lo urgente, te puedes
encontrar a un cura dispuesto a responder las preguntas directas, las que
arrinconan. Me imagino a un hombre delgado, de los que cierran los ojos para
darse una vuelta por su desierto particular, con argumentos duros contra los
que el diablo se enfrenta para afilar los suyos y luego marcharse a plazas
menos exigentes. El tipo que antes de que empieces a hablar se marcha a por una
botella de vino, sirve dos copas y respeta el silencio nocturno hasta que se
vacían.
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