También los muertos brindarán con nosotros : En el muro, un mariachi dibujado sin rostro (tu cara
aquí), sostiene con la mano derecha un pequeño vaso de cristal con el que
recoge las lágrimas de diferentes colores que van cayendo verticalmente. El rostro
que veo ahí es el del primo de mi padre, que, además de a los libros y al cine,
eran un gran aficionado a todo lo mexicano. Su influencia no era erudita, sino
pasional: te iba contagiando poco a poco, en las palabras justas, en los
márgenes de los silencios, en la celebración de una buena comida o un buen
tequila. Por su culpa, mi atención siempre se fija en el artículo que habla de
México, en la serie que selecciono sobre otras o en el libro que me llevo del
Rastro. Más que lo que decimos, compartimos o logramos, lo que más perdura tras la
muerte son los gustos. Son la forma más directa de conectar con ellos, pidiendo
el mismo vino, regresando a esa película especial o llenando el chupito con el tequila
de costumbre para después levantarlo con el brindis.
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