domingo, 11 de diciembre de 2011

Cómo perder una corona

“Aunque dibujo continuamente, pese a todo, tengo siempre la íntima sensación de no saber dibujar; en mi fuero interno, albergo muchas dudas. Un día haré un dibujo que, de una vez por todas, me hará sentir capacitado. Pero por qué precisamente ese dibujo, es algo que no puedo responder con seguridad” – Jimmy Liao “Hermosa soledad”

Pequeñas, idénticas y colocadas con el mismo cuidado que los bombones en una caja, no sé si llevarme una de esas figuras navideñas a la boca. Sería la mezcla perfecta en unas fiestas dedicadas a beber y a comérselo todo día tras día.

El Niño Jesús repetido en la misma postura, dejando que asome el dios que lleva dentro en dos dedos que parecen bendecir o advertir o tal vez pedir ayuda. Y el pastor que carga un saco al hombro para que el resto de las figuras parezcan más leves. Y la anciana que asa castañas como la de la Plaza de los Cubos. Y la joven que limpia la ropa en un río que tiene que imaginarse. Y el soldado romano que permanece rígido como si guardara la entrada de un restaurante caro. Y el Rey Mago que podría tener tu cara. Y un pato, la figura más barata. Y un ángel al que sus alas rígidas clavan en la tierra. Y la Virgen, que parece saber ya cuál va a ser el final de ese hijo al que mira. Y San José, con el gesto del que no se da cuenta de nada de lo que sucede, lo que le convierte en el eterno secundario.

Daniel se queda mirando esa serie de figuras que se repiten en todos los puestos de la Plaza Mayor.

-¿Por qué no las compramos y las cambiamos por las de Playmobil?

Respondes lo mismo que te respondieron a ti, como si también las explicaciones vinieran repetidas en cajas, para que sólo tengas que quitarles el papel, que este año puedes comprar una figura y el año que viene otra y el año siguiente otra.

He tenido mi oportunidad y la he desperdiciado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario