viernes, 23 de diciembre de 2011

Lo mejor del año


Hoy Babelia presenta una lista de los mejores libros de este año. Yo también tengo la mía, que no está a la altura porque en ella aparecen autores descubiertos hace tiempo (algún Nobel hay) con libros que no han sido publicados este año : se puede decir que corro en dirección contraria.

La dejo a continuación para que pueda orientar al que se pase por aquí con algo de curiosidad y la suficiente buena fe como para suponer que detrás de ella hay alguien con cierto criterio literario.

Como se verá, las justificaciones que se añaden junto a cada autor son tan personales, subjetivas y poco indicativas que no es de extrañar que los de Babelia crucen los mares en su protaaviones mientras yo me dedico a girar sobre mí mismo en una barca en el Retiro.
            
1-Jonathan Lethem : “Chronic city”

Este es un libro que fue un castigo, un lastre, una pérdida de tiempo hasta la página trescientos. Sí, digamos que la trescientos. Pero de repente (un de repente que tiene que ver más con un proceso en mi cabeza que con un punto exacto de libro) todo empieza a funcionar y uno se da cuenta del riesgo, de la apuesta que supone un libro en el que parece que todo sobra y luego resulta que no falta de nada.

“Si antes sus argumentos habían sido vehículos sin frenos que conducían durante un par de kilómetros ante de girar hcia la cuneta – con un oyente a bordo, si es que se atrevía a subir – ahora parecían compactados por una de esas máquinas que aplastan coches en el desuace, todavía reconocible su cometido inicial, pero inservibles”

La recomendación llegó de "La medicina de Tongoy", cuyo autor merecería un puesto en esta lista : además de saber leer, sabe escribir.

Resulta interesante mezclar la figura de Perkus con el Frank de Shameless.

2-John Benville : “El mar”

Encuentro este libro por azar en una papelería, entre lecturas veraniegas y títulos en alemán. Y crema para la piel y pelotas envueltas en redes. Lo compro porque me parece una buena idea llevármelo y leerlo junto al mar. El mar en el mar. En fin, lo reconozco.

Al terminar me avergüenzo de no saber hasta este verano quién es John Benville. A su lado, muchos escritores se deshacen. La escritura es una profesión y leer puede hacerte crecer.

3-Eloy Tizón : “Velocidad de los jardines”

Si a Eloy Tizón no se le menciona en los suplementos, ¿qué razones tengo para llorar mi presente y mi futuro? Hay que sorberse los mocos y enderezar la espalda, no me seas llorón. Doy con él gracias al blog de Malherido y entro en sus “Velocidad de los jardines” y, aunque lo termino, se puede decir que no he salido de él.

¿En qué satélites andaba yo perdido existiendo un planeta como éste? Hay que joderse.

4 - Benjamin Black : “El secreto de Christine”

Benjamin Black es el seudónimo de John Benville cuando se dedica a escribir novela negra. Todo lo que he dicho en el punto dos es aplicable aquí. No es que no quiera extenderme más, es que no puedo, es que dentro de poco ya toca acostar a los enanos y contarles el cuento y ya no doy más de sí ni de mí mismo.

Decidir si es mejor Benjamin Black o Jonh Benville es como plantearse si Zinedine es superior a Zidane.

5 - Cristina Sánchez Andrade : “Ya no pisa la tierra tu rey”

Leer a Cristina es como hacer turismo por unos escenarios y un lenguaje que uno desconocía. Le da una vuelta a la realidad para hacerla más evidente y frágil, como si se quitara lo accesorio, para dejarlo todo lleno de sentido. Pero no hay que asustarse, que no es ese sentido que sirve para escribir esas tesis que nadie va a leer, sino el que se te queda pegado, como una buena y densa salsa. Una salsa, eso si, en la que no conviene mojar.

6 - Kim Thuy : “Ru”

La mujer de éxito te va a contar su vida. Su vida, se descubre, merece ser contada, pero lo que le da valor a este libro es que ella sabe en qué centrarse. Su infancia estuvo rodeada de mierda, pero ella sabe elegir aquella que es significativa, en la que late lo relevante, lo que no es fácil porque cualquiera habría pensado que con dejar que la realidad se expresara ella misma era suficiente. Y no lo es.

Puede servir de autoayuda. Dos por uno.

7 – Nicholson Baker – “El antólogo”

Descubrir un nuevo libro de Baker es como encontrarse con un lanzamiento de Peter Gabriel. Ahí siguen las refrencias. Gabriel con “New Blood” y Baker con este libro, en el que sigue demostrando por qué él mismo es un estilo. No es la mejor forma de descubrirle. Mejor empezar por “Temperatura ambiente” o “Una caja de cerillas”, para seguir después con “La entreplanta”, “Vox” o “Fermata”.

Aquí cuenta la historia de un hombre que tiene que reconocer su fracaso como poeta hasta que realiza un viaje y en ese viaje un alumno le hace una pregunta y frente a esa pregunta se ve obligado a recordar por qué escribía poesía. Sólo por esa explicación merece la pena comprar este libro.

8 - John Berger – “El toldo rojo de Bolonia”

Bah. Cualquier libro de Berger. “Un hombre afortunado”, “Un pintor de hoy”, “De Apara X”, “Aquí nos vemos”, “El sentido de la vista”, “Mirar”, “El último retrato de Goya” o “Una vez en Europa”, ese libro que me recomendaron en la Escuela de Letras y que me sirvió para descubrir a otro de los grandes.

“El toldo rojo de Bolonia” lo compré en una pequeña librería de Malasaña. Es un libro fino por el que no habría pagado lo que pedían de no haber sido de Berger. Luego, como siempre, Berger justifica lo que te gastes en él.

9 - Coetzee : “Verano”

No es que nuestra vida no merezca la pena : es que no sabemos contárnosla mejor. La de Coetzee no es que sea para envidiarle, pero sí su forma de narrarla. Aunque le hayan dado el Nobel, se le puede leer sin miedo porque no camina por encima de las nubes. Su lenguaje no es el resultado estéril de poner a procrear palabras y más palabras en un cuarto a oscuras al margen de la luz, como les suele pasar a esos que van de divos en las portadas de los suplementos de los libros del año.

Todo un Nobel y me lo pasé como un enano.

10 - Edouard Leve : “Autorretrato”

Intenta contar tu vida, lo que eres, en ciento diecinueve páginas con frases cortas, en un único párrafo. Este libro es un nuevo sendero que merece la pena seguir como lector y, el que se atreva, como escritor.

“En poesía no me gusta la ejercitación de la lengua, me gustan los hechos y las ideas. Me interesan más la neutralidad y el anonimato de la lengua común que los intentos de los poetas por crear su propia lengua, el informe de los hechos me parece la poesía no poética más bella que hay. Suelo utilizar la palabra mucho, pero la elimino al releer. Sueño con una escritura blanca, pero no existe”

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