Hoy Babelia
presenta una lista de los mejores libros de este año. Yo también tengo la mía,
que no está a la altura porque en ella aparecen autores descubiertos hace
tiempo (algún Nobel hay) con libros que no han sido publicados este
año : se puede decir que corro en dirección contraria.
La dejo a continuación para que pueda
orientar al que se pase por aquí con algo de curiosidad y la suficiente buena
fe como para suponer que detrás de ella hay alguien con cierto criterio
literario.
Como se verá, las justificaciones
que se añaden junto a cada autor son tan personales, subjetivas y poco
indicativas que no es de extrañar que los de Babelia crucen los mares en su
protaaviones mientras yo me dedico a girar sobre mí mismo en una barca en el
Retiro.
1-Jonathan Lethem : “Chronic city”
Este es un libro que fue un
castigo, un lastre, una pérdida de tiempo hasta la página trescientos. Sí,
digamos que la trescientos. Pero de repente (un de repente que tiene que ver
más con un proceso en mi cabeza que con un punto exacto de libro) todo empieza
a funcionar y uno se da cuenta del riesgo, de la apuesta que supone un libro en
el que parece que todo sobra y luego resulta que no falta de nada.
“Si antes sus argumentos habían
sido vehículos sin frenos que conducían durante un par de kilómetros ante de
girar hcia la cuneta – con un oyente a bordo, si es que se atrevía a subir –
ahora parecían compactados por una de esas máquinas que aplastan coches en el
desuace, todavía reconocible su cometido inicial, pero inservibles”
La recomendación llegó de "La medicina de Tongoy", cuyo autor merecería un puesto en esta lista : además de saber leer, sabe escribir.
Resulta interesante mezclar la figura
de Perkus con el Frank de Shameless.
2-John Benville : “El mar”
Encuentro
este libro por azar en una papelería, entre lecturas veraniegas y títulos en
alemán. Y crema para la piel y pelotas envueltas en redes. Lo compro porque me parece una buena idea llevármelo y leerlo junto al
mar. El mar en el mar. En fin, lo reconozco.
Al terminar me avergüenzo de no
saber hasta este verano quién es John Benville. A su lado, muchos escritores se
deshacen. La escritura es una profesión y leer puede hacerte crecer.
3-Eloy Tizón : “Velocidad de los jardines”
Si a Eloy Tizón no se le menciona
en los suplementos, ¿qué razones tengo para llorar mi presente y mi futuro? Hay
que sorberse los mocos y enderezar la espalda, no me seas llorón. Doy con él
gracias al blog de Malherido y entro en sus “Velocidad de los jardines” y,
aunque lo termino, se puede decir que no he salido de él.
¿En qué satélites andaba yo perdido
existiendo un planeta como éste? Hay que joderse.
4 - Benjamin Black : “El secreto de Christine”
Benjamin Black es el seudónimo de John
Benville cuando se dedica a escribir novela negra. Todo lo que he dicho en el
punto dos es aplicable aquí. No es que no quiera extenderme más, es que no
puedo, es que dentro de poco ya toca acostar a los enanos y contarles el cuento
y ya no doy más de sí ni de mí mismo.
Decidir si es mejor Benjamin Black
o Jonh Benville es como plantearse si Zinedine es superior a Zidane.
5 - Cristina Sánchez Andrade : “Ya no pisa
la tierra tu rey”
Leer a Cristina es como hacer
turismo por unos escenarios y un lenguaje que uno desconocía. Le da una vuelta
a la realidad para hacerla más evidente y frágil, como si se quitara lo
accesorio, para dejarlo todo lleno de sentido. Pero no hay que asustarse, que
no es ese sentido que sirve para escribir esas tesis que nadie va a leer, sino
el que se te queda pegado, como una buena y densa salsa. Una salsa, eso si, en la que no conviene mojar.
6 - Kim Thuy : “Ru”
La mujer de éxito te va a contar su
vida. Su vida, se descubre, merece ser contada, pero lo que le da valor a este
libro es que ella sabe en qué centrarse. Su infancia estuvo rodeada de mierda,
pero ella sabe elegir aquella que es significativa, en la que late lo
relevante, lo que no es fácil porque cualquiera habría pensado que con dejar
que la realidad se expresara ella misma era suficiente. Y no lo es.
Puede servir de autoayuda. Dos por
uno.
7
– Nicholson Baker – “El antólogo”
Descubrir un nuevo libro de Baker
es como encontrarse con un lanzamiento de Peter Gabriel. Ahí siguen las
refrencias. Gabriel con “New Blood” y Baker con este libro, en el que sigue
demostrando por qué él mismo es un estilo. No es la mejor forma de descubrirle.
Mejor empezar por “Temperatura ambiente” o “Una caja de cerillas”, para seguir
después con “La entreplanta”, “Vox” o “Fermata”.
Aquí cuenta la historia de un
hombre que tiene que reconocer su fracaso como poeta hasta que realiza un viaje
y en ese viaje un alumno le hace una pregunta y frente a esa pregunta se ve obligado
a recordar por qué escribía poesía. Sólo por esa explicación merece la pena
comprar este libro.
8
- John Berger – “El toldo rojo de Bolonia”
Bah. Cualquier libro de Berger. “Un
hombre afortunado”, “Un pintor de hoy”, “De Apara X”, “Aquí nos vemos”, “El
sentido de la vista”, “Mirar”, “El último retrato de Goya” o “Una vez en Europa”,
ese libro que me recomendaron en la Escuela de Letras y que me sirvió para
descubrir a otro de los grandes.
“El toldo rojo de Bolonia” lo
compré en una pequeña librería de Malasaña. Es un libro fino por el que no habría
pagado lo que pedían de no haber sido de Berger. Luego, como siempre, Berger
justifica lo que te gastes en él.
9
- Coetzee : “Verano”
No es que nuestra vida no merezca la pena : es que no sabemos contárnosla mejor. La de Coetzee no es que sea para envidiarle, pero sí su forma de narrarla. Aunque le hayan dado el Nobel, se le puede leer sin miedo porque no camina por encima de las nubes. Su lenguaje no es el resultado estéril de poner a procrear palabras y más palabras en un cuarto a oscuras al margen de la luz, como les suele pasar a esos que van de divos en las portadas de los suplementos de los libros del año.
Todo un Nobel y me lo pasé como un enano.
10
- Edouard Leve : “Autorretrato”
Intenta
contar tu vida, lo que eres, en ciento diecinueve páginas con frases cortas, en
un único párrafo. Este libro es un nuevo sendero que merece la pena seguir como
lector y, el que se atreva, como escritor.
“En
poesía no me gusta la ejercitación de la lengua, me gustan los hechos y las
ideas. Me interesan más la neutralidad y el anonimato de la lengua común que
los intentos de los poetas por crear su propia lengua, el informe de los hechos
me parece la poesía no poética más bella que hay. Suelo utilizar la palabra
mucho, pero la elimino al releer. Sueño con una escritura blanca, pero no
existe”
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