(Abro paréntesis
para decir que hace mucho tiempo, en esa galaxia lejana en la que no teníamos
hijos, María y yo solíamos ir a cines como los Renoir de Cuatro Caminos, los
Verdi, los Ideal o los Aphaville a ver cualquier cosa. Digo lo de cualquier
cosa porque veíamos tantas películas que al final entrábamos en las que nos
quedaban, sin importarnos el tema o el idioma o la hora. Así de despreocupados
éramos.
Sigo con el paréntesis abierto para
añadir que me gustaba coger las hojas de las películas para leerlas antes de
que apagaran las luces. Ese pequeño placer, como el de decir lo de dos para las
tres (como tituló el gran, gran Oti Marchante (nuevo paréntesis, cómo estamos hoy,
para recomendaros que visitéis su blog : uno de los ingredientes de mi estilo
se lo copié a él, y cierro paréntesis, éste) uno de sus libros), guardarse la
entrada en la cartera, tomarse un café en Martín de los Heros, ver a la gente haciendo
cola, mirar el reloj sin prisas, oler a palomitas o no oler a palomitas,
dependiendo del día, analizar la cara de la gente saliendo de la sala en la que vas
a entrar y tratar de juzgar si la película es buena, si has acertado al elegirla,
repasar en los pasillos hacia la sala carteles de películas que viste hace
mucho tiempo y que en ese momento te dices que debes volver a ver (Leolo, por
ejemplo, ¿por qué no volver a ver Leolo después de este post?, esa maravilla de
Jean Claude Lauzon), entrar por el pasillo de la sala y sentarse sabiendo que
en dos horas nada ni nadie te va a interrumpir.
Cierro paréntesis y época. Así)
Hoy volvemos a los Verdi a ver “Pánico
en la granja”. Los chicos de los Verdi se han debido acordar de todos los que
antes íbamos al cine y ahora damos vueltas como leones cansados por el Canal
Clan o Disney para abrirnos la puerta de la jaula con el programa “Verdi Kids”.
Una oferta específica para los enanos que nos permite a los padres regresar a
los Verdi con nuestros hijos : el menú infantil en plan cine.
Plato 1 : “Kérity, la casa de los
cuentos”
Plato 2 : “Un gato en París”
Plato 3 : “Pánico en la granja”
A la entrada les entregan a Lucía y
Daniel una pequeña carpeta con estas tres fichas para que lean el resumen,
peguen su entrada, escriban con quién han ido al cine y contesten a algunas preguntas sobre la película
:
-¿Cómo se produce el error cuanto
están encargando los ladrillos?
-¿Cómo es el piano de la clase de
la señorita Longrée?
-¿Qué usa el caballo cuando se va a
dormir?
-Al final, cuando los habitantes de
la granja y los del lago hacen las paces, ¿cómo ha cambiado el trabajo del
cartero?
Para explicaros qué es “Pánico en
la granja”, es necesario que penséis en Pixar. ¿Ya?. Pues ahora os marcháis
todo lo lejos que podáis. Corred, corred más. Más lejos. Mucho más lejos. Así.
Dejad los ordenadores y regresad al pasado, a esos muñecos de plástico con plataformas
donde debería haber pies. Perfecto. Y una vez ahí, imaginad que hacéis una
película con la técnica del slow motion sin importaros mucho el tema de la
perfección, que de lo que se trata es de disfrutar con una historia que parece improvisarse
cada pocos minutos y buscar que el espectador se lo pase tan bien como el
equipo que la ha hecho.
A la salida, Daniel me dice que eso
lo hace él. Y es verdad. Para empezar, bastaría con un iPhone y el programa
Stopmotion Recorder.
Y a correr sin dejar de reírse.
(Otro paréntesis más. El último. Mejor
aún que la película es lo de poder volver a los Verdi. Sienta bien lo de regresar
a casa)
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