Entre las muchas cosas que hay hoy para celebrar, no debería pasarse una muy importante para mí : es el día en el
que arranca “La felicidad de los ogros”, el momento en el que se abre la puerta
para que se asome la familia Maulassène de la mano de Daniel Pennac, que se estrena con una de
esas frases que llevan dentro un anzuelo
“La voz femenina cae del altavoz,
ligera y prometedora como el velo de una novia”
Y ya está. Crees que vas a quedarte
un momento en esa historia y te ves saltando de un libro a otro de la saga, con
mayor o menos fortuna, hay que decirlo, para saber más cosas del Señor Maulassène
y su familia.
“Una voz de bruma, como si las
fotografías de Hamilton se pusieran a hablar. Sin embargo, percibo una ligera
sonrisa tras al niebla de miss Hamilton. La sonrisa no es precisamente tierna.
Estamos a veinticuatro de diciembre,
son las cuatro y cuarto, y el Almacén
está de bote en bote. Una prieta muchedumbre
de clientes abrumados por los regalos obstruye los pasillos. Un glaciar que va fluyendo imperceptiblemente, con
sombrío nerviosismo. Sonrisas
crispadas, sudor reluciente, sordas injurias, miradas coléricas, aullidos
aterrorizados de niños aspirados por
papás Noel hidrófilos”
Si no habéis leído ningún libro de
la saga, tengo que admitir que me dais mucha envidia. Como yo lo he pasado tan
bien con estos libros, mi consejo es que, si no sabéis qué regalarle a los
demás, les compréis cualquier cosa, yo qué sé, algo de Marías, pero que estos
libros de Pennac os los dediquéis a vosotros mismos, que para eso estáis
leyendo este post mientras los demás tiran su vida con vete a saber qué
historias.
Han salido en edición de bolsillo,
por lo que el capricho no es caro.
Para aquellos a los que les guste
la química, les diré que tengo la sospecha de que si mezclas unas dosis de este
Pennac con otras del Maigret de Simenon, te sale Fred Vargas.
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