La inspiración : Quizás llega en este
momento y cuando se acerca a la mesa, convocada por el café, el cuaderno, el
bolígrafo y la agenda, no encuentra al escritor trabajando. Mil veces les he
advertido, murmura, que tienen que estar escribiendo cuando llegue, mil veces.
El escritor, podría explicarle yo,
acaba de salir a hacer una llamada por el móvil. Estaba ahí hace un momento. Me
he fijado en él porque, de haber un sitio idóneo para empezar a escribir es,
sin duda, una mesa junto a una ventana, en una librería en la que puedes
pedirte una copa de vino : un “De bardos” o un “Otazu”, por ejemplo. Le he
mirado con envidia, claro, antes de que consultara algo en su móvil y se
marchara a la calle.
Es probable que la inspiración haya
perdido ya el interés en el escritor cuando llega y que éste lo intuya porque recoge
sus cosas y se marcha. Ella puede que se pasee junto a los libros, disfrutando
del resultado de su trabajo, recordando ese momento en el que, en muchos de
ellos, lo fundamental coincidió.
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