La intuición arrugada en el bolsillo :
Todo puede empezar con una intuición que hace que te detengas justo debajo de
esa camiseta para comprarla. Sacas un billete arrugado del bolsillo, que no
alimentaba ningún deseo en particular, y te la pones. Con ella encima, sigues caminando
hasta que, en otra tienda de objetos de recuerdos, encuentras un pantalón y
unas botas. Hay varios pantalones y varias botas auténticas con el número
siete, pero tú quieres las que te permitan seguir conservando esa intuición que
en ese momento apenas sirve para sugerirte una dirección, como un cartel en un
idioma desconocido. Eres ahora alguien con una camiseta, un pantalón y unas
botas que sigue caminando sabiendo que hoy puede coincidir todo. Te dejas
llevar por las calles y las calles te llevan hasta una peluquería en la que una
mujer cierra un libro de Pessoa, saca las tijeras de un cajón y sin decir nada
te hace ese peinado que exige la camiseta del número siete. La mujer te habla
en portugués y tú vas escuchando hasta que, sin saber cómo, respondes tú
también en portugués con algo de miedo al principio y ya con soltura cuando
ella, agitando la tela para que todo el pelo caiga al suelo, se despide. Los niños
te señalan. Una quinceañera se separa de sus amigas y te pide un autógrafo en
un cuaderno repleto de bocetos de la ciudad, a punto de terminar el de una
catedral. Tu firma no es tu firma hasta que ella te coge la mano y te la va
guiando, prueba tras prueba, hasta que sale perfecta. Añades que le deseas un
buen día. Sigues caminando seguido ya por una multitud que te va haciendo fotografías
para desmenuzarte en millones de píxeles. Para que no te corten el paso, un
policía y después otro y otro se colocan a ambos lados para que puedas avanzar
hasta el coche que te espera a unos metros. Te subes en él y sigues a dos
policías en moto que te llevan hasta el estadio. Dentro de tu pecho notas un
motor que se revoluciona. Devuelves los saludos. Tu ego es una escalera muy
alta que te permite llegar, por fin, a esa ventana. Entras directamente en el aparcamiento
y no te cuesta nada encontrar el camino hasta el vestuario porque una vez
hiciste la visita y caminaste por aquí imaginando ser parte de todo esto sin
saber que antes, primero, tenías que imaginarte comprando una camiseta colgada
en un puesto. Después ya es fácil : Higuaín te pasa el balón y metes el primero
de los cinco que recibe el Español.
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