Nadie baja a la
tercera planta : Dan vueltas con el coche por la primera y por la segunda,
buscando un hueco en el que dejarlo y alimentar al ego. Yo también tengo
ego, pero le digo que ya le daré de comer más tarde con lo que sea.
Ego : Falso.
Claro que es falso. El ego no come cualquier cosa.
Nadie quiere
dejar el coche en la tercera planta porque el bronce no sirve para nada. Hay
que luchar por el oro y la plata. Dejar el coche en la tercera planta es de
perdedores, de los que se conforman, de los que se rinden y bajan rampas, de
los que pagan por una entrada detrás de una columna, o en el gallinero o en
asientos separados, de los que se llevan el bocadillo de chorizo al fútbol
mientras al lado, ya ves, una azafata les pasa una bandeja a los elegidos para
que coman lo que quieran, de los que creen que los zapatos pueden durar un poco
más, de los que cambian una reserva por una receta en casa, de los que
madrugan, de los que, en mitad del bosque, saben qué ramas son las de la
conciencia.
Lo único que puedes hacer en la
tercera planta es elegir dónde dejar el coche. Suficiente. Quizás la elegancia
se refugie en ciertos tipos de derrotas.
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