El hombre abandonado
: El hombre debe tener unos setenta años. Pantalón bien planchado y camisa
a cuadros. Cuando termino de hacer las fotos a la casa da unos pasos hacia mí :
-¿Necesita
algo?
-No.
¿Por?
-Soy
el dueño de esa propiedad.
-Estaba
haciendo unas fotos.
-¡Bah!
La
propiedad es una casa medio derruida que me atrae cuando la veo a lo lejos
precisamente por ese abandono. Supongo que tal vez mi interés se deba a esa
lucha de muchos de sus elementos por volver a su origen. Las puertas y las
ventanas son lo más llamativo: como si esas partes no hubieran sido
domesticadas del todo y aprovecharan que ya nadie se preocupa de ellas para
retroceder poco a poco, para hundirse centímetro a centímetro. Las verjas de
las ventanas, perdida la pintura, ofrecen una mezcla muy sugerente de tonos. De
haber estado cuidadas y pintadas, habría pasado a su lado sin fijarme.
Si
el dueño de la propiedad hubiera tenido otra disposición, se lo habría
explicado. Pero vuelvo a notar de nuevo la desconfianza al que hace fotografías
y es posible, además, que esa húmeda oscuridad que vi a través de la puerta muestre
lo que ese hombre tiene por dentro, como cierto desafío conservado frente a
los que quieren cambiarlo. Algo de eso había en la chulería con la que
reivindicó su posesión.
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