Montañas de
serrín : ¿Se sabe cuánto tiempo
se pierde al año esperando a que cambie de color el semáforo?. Estimo que el
suficiente como para que, dándole un buen uso, cambiaran las orientaciones de
un par de gráficas de trazo grueso en el despacho de algún funcionario en
Bruselas, obligándole a dar la señal de alarma con la misma emoción con la que
el tipo de guardia en una estación de radio anunciaría un contacto
extraterrestre.
-¡La
productividad vuelve a tener pulso más allá de los Pirineos!
En
la Gran Vía compruebo que esa elevación de gráficas ya se está produciendo
lentamente, como las parte de un puente que se abren para que pasen los barcos.
Delante de mí hay tres personas esperando a que el semáforo se ponga rojo. Dos
consultan su móvil (con ese gesto inconfundible que ha nacido en el siglo XXI)
y otro parece haberlo hecho ya. El tiempo, que antes veíamos pasar como una sucesión
de coches, es ahora una urgencia de consultas, mensajes, links, llamadas,
lecturas, envíos o descargas.
Es
posible que nos limitemos a convertir todo ese tiempo en serrín. Lo admito.
Pero eso en Bruselas les da igual. ¿Por qué no compartir con ese gris funcionario
su alegría sin darle más vueltas? Ahí va por el pasillo, corriendo como si toda
su vida hubiera estado dedicada a transmitir esa noticia.
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