Fugas indeseadas : Igual que un
exceso de limpieza parece hacernos más vulnerables a las enfermedades, la proliferación
de normas nos vuelve insensibles al sentido común. Ante una duda, en vez de
preguntar dentro, asomamos la cabeza fuera para saber qué hacer. Cada tipo de desperdicio
a su bolsa, a su cubo, a su contenedor del punto limpio. Muy bien.
Pero esta mañana cierran la piscina
porque ayer apareció una caca infantil flotando. ¿Decían algo las trece normas originales
de una situación como ésta? No. Dejar algo así a la deriva no incumple la
reglamentación. Ese vacío legal que debía llenar el sentido común se queda
vacío para que cada uno lo llene como quiera.
La reacción no se hace esperar y
por la tarde ya tenemos las directrices :
“En relación con las incidencias
que se han venido produciendo tanto en la zona de playa como en el vaso de la
piscina, se ruega a los usuarios y responsables de niños pequeños que esmeren
la atención en cuanto a sus necesidades (vómitos y defecaciones) así como
utilizar para el baño pañales acuáticos especiales para evitar fugas indeseadas”
Así que ya sabemos que no conviene
bajar con el niño si tiene un día de posesión infernal y va llenando las
paredes de la casas con gotelé orgánico o si el estómago se le ha convertido en
una licuadora que le convierte en un Pulgarcito que deja señales por el camino
para no perderse o si no tenemos pañales sumergibles y se nos ha pasado por la
cabeza hacerle unos con la bolsa del Carrefour. ¡Ah!, dirán los padres, hoy no
conviene bajar con el niño.
Esa parte está ya cubierta, pero
temo que a alguno le dé por tirar botellas vacías al agua desde su terraza, o
libros de Zafón. O que se limpie los dientes. O que baje a lavar las cacerolas.
O que haga la colada. No se dice nada de eso. Lo que necesitamos bajo la
sombrilla de la piscina no es una socorrista, sino una abogada.
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