La inercia del rostro : La comida no está mal, pero lo que me atrae de este restaurante es la decoración.
Grandes espejos. Fotografías en blanco y negro. Vigas marrones. Paredes
blancas. Y una iluminación que a veces destaca una parte de la mesa : en la que
mi madre coloca las manos mientras me habla de unos análisis. Solo tengo que
coger el móvil para hacer una foto que ya tengo en la cabeza.
No solemos hacer fotografías de las
partes del cuerpo. Siempre la cara. Pero esas manos son importantes, a través
de ellas se estableció mi primera conexión con el mundo. Día tras día tras día
no dejaron de hablarme cuando todavía era incapaz de entender las palabras. Que
ahora haya olvidado todos esos gestos cotidianos, no quiere decir que el cuerpo
no los recuerde.
Traen los primeros. Sirven el vino.
Subo al presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario