Al calor de un escaparate: Decir que mi
calle favorita de Edimburgo es la Cockburn St no aporta demasiado porque no se
trata de un rincón oscuro asociado a una leyenda interesante, qué va. La
Cockburn, que sale de la rotonda en la que termina el Waverley Bridge, es una
calle sinuosa y ascendente que va a parar a la Royal Mile en el punto en el que
se reúnen todos los actores novatos y sus compañías novatas. Precisamente por
eso, es la calle que recomendaría para asomarse a la Royal Mile cuando se llega
al Fringe de Edimburgo porque sus locales, además, son una buena introducción. Pero
allá cada cual.
Además de ese recorrido práctico,
mi relación con esa calle es semejante a la de los niños con esas cajas que en
Navidad esconden un chocolate detrás de cada día. Aquí no hay ni Navidades, que
estamos en agosto, ni chocolates ni leches, pero la imagen todavía sirve si
detrás de cada local coloco una historia. Y es que cada vez que venimos nos
vamos vinculando a una tienda o a un restaurante a través de un hecho o de una
anécdota (soy de los que cumplen las normas, así que dejaremos en esto la
historia). Una gran foto, que lo es, de un hombre descargando cerveza delante
de “The Malt Shovel”. Un par de libros en la tienda de fotografía que ahora
ocupa otra de objetos vintage. Cosas así.
Esta vez nos acordaremos de una
cena en “Dello´s kitchen” y de la botella de vino que compré en “Mama said”, la
tienda de enfrente, para acompañarla porque no servían alcohol pero no
prohibían beberlo si te lo traías. Así que, ni pensarlo. Y de las compras en “Lava”.
Pero el momento especial se da esta
noche a las nueve y media frente a la “Cutie House” una tienda en la que nos
hemos parado varias veces para ver las figuritas de “Mi vecino Totoro” que
exponen. Ya ha anochecido y del escaparate de la tienda, con una fachada de
madera blanca que necesita un buen lijado y un par de capas de pintura, sale
una luz perfecta que parece decir: si tienes frío, solo tienes que acercarte un
rato.
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