Sin riesgo, no hay Fringe : Hay muchos
consejos que se pueden dar al que llega al Fringe y quiere saber qué
espectáculos ver. Puede uno fiarse de las salas (Assembly, Pleasance,
Traverse..), de las críticas (de The List o de The Scotsman, por señalar dos) o
del boca a boca (que acertó plenamente este año con los consejos de una familia
catalana de ver “Cumbayon” y “l'Après-midi d'un Foehn”), por citar tres
criterios.
Siempre hay formas de orientarse,
pero en última instancia es aconsejable dejar un hueco al azar o a la
intuición, porque el Fringe, por definición, no se deja atrapar. Este año, por
ejemplo, acabamos viendo el espectáculo que más nos gusta por un error. En el
primer intento de comprar las entradas de “l'Après-midi d'un Foehn”, el chico
del mostrador se fijó en la primera parte del título “Crying Out Loud presents
l'Après-midi d'un Foehn” y marcó las de “Crying Out Loud presents Flown”, que
saltó los controles porque ambas se representaban a la misma hora.
Así que terminamos hoy en el Underbelly,
en Bristo Square, asistiendo a “Flown”,un espectáculo de “Pirates of the
Carabina” en formato de circo que nos sorprende por la originalidad y fluidez de los números,
por la presencia de distintos personajes, por el ritmo, por el humor (de varios
colores), por las acrobacias, por la música y, sobre todo, por el talento de un
pequeño grupo que parecía tener como consigna darle valor a cada segundo de la
representación buscando siempre la forma de salirse del camino trillado. Vuelvo a escribirlo: darle valor a cada segundo de la representación buscando siempre la forma de salirse del camino trillado. Un
puto reloj funcionando a la perfección durante sesenta minutos que deja al
final esa euforia que transmiten las cosas que se han cuidado y que funcionan.
Esa euforia que sabe tan bien
cuando llega como un regalo.
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