sábado, 31 de agosto de 2013

Antropología de aficionado




Antropología de aficionado : Alguien, Intentando suavizar el oxímoron que plantea, ha pintado de blanco el cartel que anuncia la prohibición de poner carteles. Podría haberlo quitado, pero eso habría dado a entender que la pared está ahí dispuesta para todo el que quiera anunciar algo. La solución me parece elegante y el resultado, de profesional.

A pocas calles de distancia se puede encontrar un muro en el que se van acumulando anuncios de corridas de toros, fiestas en discotecas y consignas políticas en el que un tipo sonriente, mirando hacia el horizonte (el suyo, no el tuyo) te pide el voto para un puesto que ya dejó atrás con sus correspondientes escándalos.

Me parece bien que coexistan estas dos formas de enfrentarse a un muro para que, dependiendo del día, te sumerjas en la contemplación zen de una superficie en blanco o eches un vistazo a la historia viva del pueblo para hacer un poco de antropología de aficionado.

Pero hoy, viendo los preparativos de las fiestas, mis simpatías van hacia este muro vacío. No entiendo cómo, año tras año, se sigue decorando las calles como las mismas banderas, cómo se montan las mismas atracciones, cómo se gasta el dinero en preparar otra corrida en la plaza de toros. Se me hace extraña esa rutina de la alegría, esa necesidad de que alguien desde fuera lo prepare todo y nos diga : ahora sí que, oficialmente, podéis divertiros.

Esquivando esas calles decoradas termino aquí, descubriendo el cartel y haciéndole una foto como el que encuentra una prueba de la existencia de esa realidad paralela que más de una vez ha intuido.

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