El delantero de las manos en los bolsillos : Aunque me fijo en las banderas con la cabeza de un león sobre
los colores de Jamaica, y me sumerjo en el olor dulzón que cubre la playa, y
leo sobre el Rototom en el periódico, y
me paro a escuchar la música que emiten los altavoces montados en una tienda, y
observo a los grupos que protegen sus rastas bajo las sombrillas y a los que no
las protegen tumbados en la arena, no me hago una idea de la filosofía de este
festival.
Me sé la teoría, pero no la hago
mía hasta que esta mañana, paseando, veo a un hombre con barba charlando con la
gente de la playa con el aire despreocupado de un poeta buscando la inspiración
sin prisas. Lleva puesta una camiseta del Madrid con el 7 de Butragueño a la
espalda. Me giro para comprobarlo : efectivamente, el 7, y, encima, Butragueño.
La camiseta está entera y hasta conserva ese tomo morado de las letras.
Supongo que no le tratarían igual
si vistiera una de esas camisetas falsas que por la noche venden en los puestos
clandestinos. Neymar. Messi. Benzema. Ronaldo. Con ellas te debe entrar cierta
urgencia de tiburón. Pero lo de Butragueño era distinto. Hay que recordarlo en
esa famosa delantera, en esos tiempos en los que lo que se valoraba no era la
mirada de piedra, sino cierta tranquilidad en la que iba acumulando la energía
que luego soltaba, como el que despreocupadamente va enrollando la cuerda alrededor
de la peonza para hacerla bailar en el momento justo.
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