El Paleolítico del siglo XXI : La información en las primeras salas del Museo
Arqueológico Nacional es tan densa (Daniel se empeña en anotar lo que le parece
relevante en su cuaderno) que después de un par de horas no hemos salido de la
Edad del Bronce. Decidimos entonces seguir disfrutando del día por la zona de
la calle Fuencarral. Cruzamos un Chueca que se está preparando para las fiestas
colocando cintas de colores sobre las calles. Comemos unas brochetas en el
mercado de San Ildefonso. Cotilleamos entre los saldos que la editorial de
fotografía Taschen ofrece en una pequeña tienda. Entramos en la librería Tipos
Infames, donde compramos un bestiario y me tomo un vino. Durante todo este
rato, Daniel me pide que le vaya haciendo preguntas sobre lo que hemos visto
esta mañana, como si quisiera evitar que la fuerza de lo presente consiga
disolver lo que hemos aprendido. Gracias a este ejercicio, todo lo que nos
vamos encontrando adquiere un tono nuevo de saturación: el efecto de un buen
museo no se nota al entrar, sino al salir. Y es al bajar por una calle cuando descubrimos
que tal vez el impulso creador que expresamos todavía conserve ciertos rasgos
del Paleolítico: de esos diseños realizados sobre huesos, armas, bastones o espátulas,
al dibujo de una gran calavera que nos encontramos sobre una puerta metálica.
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