La vida por campañas : Las dos chicas
llaman a la puerta y, al ver que está abierta, entran en la oficina. Dicen
buenas tardes. Dicen que han traído sus currículum. Deben tener unos
veinticinco años. La más baja, morena, me tiende el suyo: dos hojas cogidas con
un clip de líneas verdes y blancas. Me da las gracias cuando lo acepto. La otra
dice que el suyo lo lleva en un pendrive y que no sabe si la dejaría
imprimirlo. Le ofrezco mi mail para que me lo mande porque así tendrá un
contacto en la empresa. Al escuchar mi nombre dice que me llamo como su padre,
como su hermano. Las dos se despiden dando las gracias, sin preguntar si
estamos demandando trabajo, si encajarían en la empresa, si podrían llamar unos
días más tarde para saber nuestra opinión.
Cuando se marchan, leo el currículum.
Ha estado prácticamente toda su vida laboral
en un Callcenter. Divide los años según las campañas que ha ido
haciendo para grandes empresas. El 2010 sería el año de Iberdrola. Es un
currículo muy específico con un perfil que nunca vamos a necesitar. Después de
leerlo lo meto en un cajón. Unos minutos más tarde lo saco y lo rompo porque
dejarlo abandonado entre más papeles me parece una falta de respeto. Creo que
lo honesto es darle una respuesta directa, aunque tome la forma de un no que se
va rompiendo en noes más pequeños. Tiro los trozos a la papelera. Un rato más
tarde rebusco en ella y me quedo con el clip de líneas blancas y verdes aunque
siempre use grapas.
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