Una recomendable dosis de catastrofismo :
Siempre que veo un plato con salmón en la mesa me acuerdo del libro “Por qué el
mundo está a punto de hacerse más pequeño”, de Jeff Rubin, donde el autor
utiliza el salmón como un ejemplo de los lujos que tendremos que abandonar
cuando el precio del petróleo empiece a subir y ya no sea rentable su traslado
y su consumo. El libro está repleto de argumentos y de cifras sobre la inevitable
línea decreciente de extracción, lo que hizo que, desde que lo leí, no deje de
fijarme en el silencio que rodea todo lo relativo a la producción de petróleo y
a la evolución de su precio, de la que apenas se dice nada.
Lo positivo de leer libros tan
negativos es que cada vez que, como hoy, veo un plato con salmón en la mesa, sé
valorarlo. Acepto las teorías catastrofistas precisamente porque ayudan a
sacarle más placer a las cosas. Salmón para cenar. Y una botella de Prius para
acompañarlo. Para que el placer fuera perfecto, debería haberme leído antes
alguna proyección sobre la desaparición de las bodegas, o la mala calidad
futura de la uva o la previsible falta de rendimiento de su elaboración. Del
futuro de George R. R. Martin no digo nada porque ya sé qué le respondió a los fans
que le recomendaron que se cuidara para que pudiera terminar la saga de Juego
de Tronos de la que hoy vemos los capítulos 5 a 7 de la cuarta temporada.
Salmón. Vino. Traiciones.
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