El simio mileurista : Hasta hoy, el
obelisco dorado de Calatrava en Madrid servía para recordarme esa época en la
que para unos pocos fue muy fácil encontrar catorce millones y medio de euros con
los que levantar un proyecto como éste. Dar una vuelta alrededor de la glorieta
que preside, ausente el componente estético, siempre me ha hecho sentir además como
un simios mileurista frente al monolito de la riqueza de otro mundo,
recordándome claramente mi sitio frente a él.
Pero también los objetos como éste
tienen asegurado su momento útil, como el reloj parado que es (las láminas cubiertas
de oro que lo forman debían moverse, pero el mecanismo es tan caro que nunca lo
he visto en funcionamiento). Esta mañana doy con la que quizás sea la única
forma de apreciarlo: verlo conforme subo por las escaleras mecánicas del metro
de Plaza de Castilla en el momento en el que el sol desciende por sus láminas
doradas. Sólo entonces, por primera vez en muchos años, consigue atraer mi
atención para enfrentarme a él de otra manera. Me olvido de lo que costó, de
que no funciona, de que soy un simio. De hecho, lamento que las escaleras no
asciendan más despacio.
Puedo concederle entonces algo de
valor estético, pero creo que ya es tarde para él. Ya que el obelisco no ha
conseguido que nos elevemos en su contemplación, el Ayuntamiento de Madrid lo
ha degradado para dejarlo a nuestro nivel : ha reducido su valor a 100.000
euros y lo considera chatarra. Por lo menos, queda el consuelo de que creer que
es ahora, roto su vínculo con el pasado al ser tasado a precio real, cuando podemos
hacerlo nuestro cada vez que lo veamos subiendo desde el metro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario