La hora de cierre del cementerio : Descubrimos
al llegar que el cementerio cierra a las ocho, lo que nos deja diez minutos de
visita. Pensaba que los cementerios estarían disponibles a cualquier hora, sobre
todo de noche, que es cuando uno puede atrapar esa idea que se le venía
escapando y expresarla con las palabras que durante el día desecha por poco
prácticas para compartirlas con algún fallecido y así cerrar algún tema
pendiente que ate o corte, definitivamente, una relación. Ciertas
conversaciones solo se pueden tener con la luna como testigo.
Pero lo que yo piense se enfrenta
al estatuto de los trabajadores del sector de los cementerios, que habrá
establecido, con buen criterio, que los asalariados adscritos al mismo tengan
sus horas de descanso. Y frente al estatuto de los trabajadores, la literatura
y las imágenes bajo la luna poco tienen que decir. El resultado es que, exponga
lo que exponga, la puerta que normalmente da acceso a los coches a la zona de
las tumbas está cerrada y así va a
permanecer hasta mañana.
Podríamos ir corriendo a la tumba
de mi padre y dejarle las flores que llevamos en el pequeño tiesto metálico con
la economía de movimientos y de tiempo que el banderillero emplea en su faena
frente al toro. Pero esa rapidez no encaja bien con la concepción del tiempo
que emana de la hierba que cubre la ladera. Aquí todo debe hacerse despacio y
despacio habría que quitar las antiguas flores a las que el sol les ha borrado
el color, despacio habría que cambiarlas por las nuevas, despacio habría que
limpiar la lápida, despacio habría que dejar unas cuantas frases que también
sustituyan a las que dijimos la última vez.
Desde la puerta cerrada le deseamos
un feliz cumpleaños. Mañana estaremos aquí mucho antes. Tal vez no nos reproche
que nos retrasemos un día porque ahora su forma de experimentar el tiempo sea
totalmente distinta. O tal vez sí y por eso, como una señal, hoy me haya
encontrado en el Rastro con una mujer que llevaba una calavera impresa en la
parte de atrás de su camiseta. Una calavera que estaba ahí no para hacerle una
foto, sino para advertirme que con los muertos, sobre todo con ellos, las cosas
no deben dejarse para el final, donde marca la memoria su frontera.
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