El armario perenne : En los armarios de
los mellizos siempre hay ropa por estrenar para sustituir a la que se les va
quedando pequeña. Como es algo habitual, no soy consciente de ese proceso hasta
que veo una camiseta nueva, como la del gorila patinando encima de la cama de
Daniel, se prueban unos zapatos por el
pasillo, todos atentos a cada paso, o me preparan una bolsa repleta de ropa
para llevar al punto limpio.
Ese flujo constante contrasta con
la quietud de mi armario. Ese sosiego en el que se mantiene es señal de que no
voy cambiando con el tiempo, lo que es tan bueno como la velocidad en el
armario de los mellizos. Mi ropa sigue sirviéndome de año en año. Sé que la
moda tiene algo que decir sobre las implicaciones de ese inmovilismo, pero todo
es secundario frente a ese momento en el que vuelvo a comprobar que el botón
del pantalón sigue cerrándose sin mayor esfuerzo.
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