Jaque en dos movimientos : Lucía dice que el puré que los demás ya nos hemos
terminado no le gusta. María le detalla los ingredientes como si fueran los
nominados al Oscar al mejor actor. Pero a Lucía tampoco le gusta el cine, así
que permanece impasible ella, y la cuchara, y el cuenco. Es el momento en el
que la tarde se cuartea. Daniel y María se marchan al salón. Me quedo con Lucía
en la cocina, en la paciente espera de la sala de urgencias cuando no tienes
nada grave que te dé prioridad. Todo se va enfriando y espesando como el puré.
El humor. La conversación. Y, después de la conversación, los pequeños intentos
de comunicación no verbal. Son tantas las cosas con las que puedo chantajearla
si no cena que me relajo. A Lucía le sorprende la tranquilidad con la que
reacciono. Le basta con remover esa tranquilidad para ver lo que hay debajo: su
tableta, su móvil, su serie de televisión. Acostumbrada a enfrentamientos
directos, ahora sabe que le quedan muy pocos movimientos y acaba eligiendo el
más inteligente : cuchara a boca.
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