Entreacto : Hemos
vaciado los dos cuartos de los enanos para que el viernes vengan los pintores y
unos días más tarde coloquen el nuevo mobiliario. Es el momento del entreacto y
de despedirse del atrezo de la anterior parte : muchas cosas, juguetes sobre
todo, han terminado en grandes bolsas de basura que ocupan el pasillo como una cosecha
de tiempo. Está bien abandonar esta fase un tanto barroca, de exceso, y relajarse
viendo las paredes limpias al tiempo que deja de sentirse esa opresión que
ejercen los objetos, ese chantaje de que sin ellos no serás nada. En este
pequeño vacío las palabras que decimos tienen un pequeño eco que convierte estos
cuartos que en celdas de monasterio. De hecho, barremos y fregamos el suelo de
uno de ellos y colocamos sobre él los colchones que había en las literas. Esta
solución improvisada adquiere así una utilidad simbólica, un rito de paso que
nadie planificó. Para ellos es un juego. A través de esa levedad que provoca el
espacio vacío me conecto con “La habitación de Catherine”, de Bill Viola. No es
una conexión que se produzca por lo que veo o pienso, sino por lo que siento.
Lo único que queda en el cuarto es la lámpara del techo con forma de sol.
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