Las empanadillas
del doctor Finklestein : María no sabe hacer empanadillas, pero le salen muy
bien. Nos prepara un gran plato para que cenemos y se marcha con unas amigas a
jugar al pádel.
-Me marcho con unas amigas a jugar
al pádel – dice, como si hubiera leído el párrafo anterior, cosa posible porque
las mujeres, las mujeres.
Me fijo en el plato mientras se
enfrían. Yo soy más profesional con las empanadillas y uno las dos partes
apretando con la punta de un tenedor. Quedan muy bien : algún día vendrán de
Canal Cocina para aprender este truco. María no sé qué hace con las
empanadillas. Hoy parece que le hubiera dado unas puntadas a cada una, así que
me acuerdo del doctor Flinkestein. Un segundo después pienso en Sally
y tres o cuatro más tarde en Jack Skellington, claro.
Me cae bien el doctor Finklestein.
Parece un tipo lúgubre y siniestro que se alimenta de sopas densas y
sospechosas pero hay que tener en cuenta que no ha dedicado sus conocimientos a
tratar de dominar el mundo con nuevos prototipos de guerra biológica, ni con armas
de largo alcance ni con acciones preferentes (cabrones, hijos de puta). No.
Toda su materia gris, viscosa, y posiblemente surcada por largas ideas negras
como gusanos, se pone en marcha y lo que sale al final es Sally. La dulce,
inteligente y decidida Sally.
Al principio mi personaje favorito
era Jack Skellington porque, como apenas tengo criterio, suelo identificarme
con los protagonistas. Elegante, aventurero, y con ese punto brillante en su
carácter que hace que los demás, como peces abisales desorientados, le sigan
(sigamos), atraídos por cualquier luz. Pero pasa el tiempo, se nos cae un poco
el pelo, el Madrid le gana una Liga al Imperio del Bien y otras cosas cambian.
Otras cosas cambian porque al ver
estas empanadillas con puntadas semejantes a las utilizadas por el doctor
Finklestein pienso rápidamente en Sally. Sally, qué curioso. Creo, mientras me
como las empanadillas (ya se han enfriado) que el éxito de este personaje, más
allá de su carácter, está en esas costuras que unen su cuerpo. Esos hilos le
dan cierto aire de provisionalidad, de obra a medio hacer, con la que resulta
fácil identificarse : tiene sus inconvenientes en un mundo que valora a los
tipos de una pieza (cabrones, hijos de puta), pero en determinadas ocasiones le
permite dividirse y dejar que un brazo, por ejemplo, avance por sí solo para
sacarla de un trance.
Sally, Sally. De repente me entran
ganas de verla otra vez en “Pesadilla antes de Navidad”. Que sí, que
Skellington está bien, pero ahora no me interesan ni sus aventuras ni sus
canciones. Se podrían decir muchas cosas más de Sally (el bien como algo frágil
que hay que mantener unido cada día frente a la estructura definitiva y cerrada
del mal) pero se me han acabado ya las empanadillas (mientras María juega al pádel con unas amigas nos hemos peleado por las últimas) y este momento de
meditación llega a su fin. El que quiera más, que introduzca una beca en la
ranura y prometo brillar como esos retablos que se muestran en su esplendor al
meter un par de monedas.
Solo añadiré dos cosas.
Una : Fiona Apple canta “Sally´s
song” en la edición especial de la película de 2006.
Dos : Por si los de Canal Cocina se
quieren acercar, ésta es la receta : Masa de empanadilla, atún, huevo duro,
tomate frito y aceitunas cortadas en trozos muy, muy finos. Para unir las dos
partes puede elegirse el método cartesiano o el del doctor Finklestein.
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