sábado, 14 de julio de 2012

Un cuñado de calidad




Un cuñado de calidad : ¿Por qué se juntan tantos anuncios de cerrajería en un espacio tan pequeño? No lo sé. Tal vez sea un sitio famoso. El Bruselas vas a ver al Manneken Pis y aquí te acercas a ver las cañerías de los anuncios de cerrajeros. Que no lo sé, digo.

Sí sé que cuando cierras la puerta con las llaves puestas, lo de conseguir abrirla no es tan complicado porque hasta yo lo he hecho : Solo hace falta un cuñado con una botella de agua abierta por la mitad con la que se pueda insistir e insistir hasta que la puerta haga click. Y algo dentro de ti también haga click.

No vale cualquier cuñado. Tiene que ser uno con iniciativa y una botella de agua de plástico de color azul en la nevera. Un cuñado con nevera y botella de agua al que no le importe tirar esa agua fresquita, que cae haciendo glu,glu,glu, sugerente. El cuñado también debe tener unas tijeras de cocina, de esas que abren un cocodrilo por la mitad con la facilidad con la que le quitas la tapa a un yogur. Con las tijeras recorta un trozo grande de la botella. No vale cualquiera, como acabo de demostrar.

El cuñado baja contigo y mete la lámina de plástico por el hueco, muy fino, que deja la puerta con el marco. Hay que hacerlo con suavidad, intentando que el pestillo se venza. No es una película de acción. No es algo para gente impaciente. Al principio se cruzan un par de frases :

-También sirve una radiografía

O

-Ahora me tomaría una cerveza.

Y eso es todo. Sigue un silencio de carretera nocturna sin tráfico. El cuñado saca la lámina y la miramos. Tiene pequeños mordiscos, como si la puerta se estuviera defendiendo. Puede ser : lo entendería. Me dice que pruebe y sigo sus pasos, doblando la lámina sobre sí misma. La meto y trato de encontrar el punto c, de cerradura.

Los vecinos salen y entran de su casa con las llaves en la mano (tienen una vida que vivir) y te dicen unas cuantas palabras de ánimo. Sé que conocen a alguien al que le ha pasado lo mismo. Sé que saben cómo termina la película Pero no adelantan el final. Me gustaría preguntarles si tienen una radiografía en casa, pero me callo. Me parece una pregunta un poco rara y además no hay nada más íntimo que una radiografía. Con un diario puedes mentir (vaya si se miente), pero una radiografía te expone.

Los vecinos, ya en el ascensor, se alegran (juntos o por separado) de tener las llaves en la mano. Qué cabrones, qué bien lo pasamos con las desgracias de los demás.

El ejercicio es, básicamente, otra actividad más de la que no sabes si vas a sacar algo en claro. ¿Cuándo dejar de insistir? ¿Es torpeza mía o es que la puerta sabe resistirse? ¿Voy mejorando con la experiencia? ¿Hay algo básico que estoy pasando por alto? Son preguntas que resultarían dolorosas si estuviera solo, pero estando acompañado por un cuñado de calidad alta (lo que en vino sería varios meses en barrica francesa) toda esa filosofía existencial se diluye. Esto es como pescar.

Nada.

Propone entonces que giremos la lámina y la metamos por el lado por el que se dobla sobre sí misma. Repasamos esa parte con la uña varias veces para dejarla fina. Estoy seguro de que mi cuñado y yo, en otra vida, descubrimos el fuego. Somos meticulosos. Seguro que volvimos a la cueva con una antorcha cada uno. Repasamos hasta hacer de esta lámina un arma mortal. En otra vida, mi cuñado y yo descubrimos la guillotina. En esto nos hemos quedado ahora.

-¿A qué hora juega el Madrid?

La pregunta mete un poco de presión. Un contador interno se ha disparado. Pruebo la nueva táctica y me dejo guiar por el oído y el tacto. Es como abrir una caja fuerte en la que he dejado mi autoestima. Me dan ganas de liarla a patadas. “Calla”, dicen los dedos y los oídos. Y, entonces, el click. Tan fácil.

Ese click preciso con el que se abre la puerta. Hago un pequeño viaje en el tiempo, al instante en el que metí las llaves en la cerradura. Ahora las saco. Es extraño lo de conquistar un espacio que es tuyo.

Todas esas pegatinas de cerrajerías están bien, pero lo definitivo sería poner ahí el número de teléfono de mi cuñado. Lo pienso y me vuelvo atrás. Soy egoísta. Lo quiero solo para mí. 

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