La venganza del agujero
negro : El sol viene a relajarse un poco. Me reconoce que odia el verano. Le
ofrezco algo para beber. Lo evaporo, me dice. Claro. Qué envidia de helados,
añade. En cambio la luna, la luna lo prueba todo porque la noche es peligrosa,
me dice. Por eso estará pálida la luna, le digo. ¿Quieres que te caliente
algo?, me pregunta. Ya que estoy aquí. Lo pienso. No se me ocurre. Me haría una
foto con él, pero es posible que derrita también la cámara. Cuento los años que
me quedan para convertirme en un agujero negro, dice, las ganas que tengo de
dejar de brillar y comerme todo lo que he visto y no he podido probar.
¿Entonces qué, le pregunto, los agujeros, en el fondo, quieren recuperar el
tiempo perdido?. El sol asiente. Pero me queda bastante para convertirme en un
agujero negro, me dice. Coño, quién me lo iba a decir : el sol, en mi terraza,
charlando. Todos mirándole a través de ridículos cristales tintados y yo con
él, de tú a tú. Os puedo confirmar que el sol es simpático. Miramos a la gente
que se baña en la piscina. Hablamos de los fichajes del Madrid (confirmado, es
del Madrid). Da su receta para romper el terrible vínculo entre estados y deuda
soberana. Me cuenta un par de cosas sobre la derrota de Napoléon y cómo sudaba
el tipo ese que anunció la victoria en la batalla de las Termópilas (Me
confiesa que cogió un atajo). Básicamente, me dice, os repetís un montón. Me
asomo cada mañana a ver qué se os ha ocurrido y siempre decepcionáis. Bueno,
bueno, trato de corregirle. Hemos inventado el salmorejo y al comisario Adamsberg.
Asiente, pero no muy convencido. De repente mira hacia arriba : la nube empieza
a alejarse con el paso de un ejército agotado. Se me acaba el descanso, me
dice. Espera, espera, le freno. Me voy a la cocina y vuelvo con unos filetes de
pollo y unas verduras. ¿Me lo dejas al punto? El sol lo toca todo brevemente
con sus rayos, con un gesto con el que demuestra su capacidad de controlar todo
ese poder que lleva dentro. Es el auténtico rey. Se incorpora (le suenan un
poco las rodillas). Mira hacia el cielo y levanta los pulgares. Un instante
después está ya arriba. En un momento de descuido le he hecho una fotografía para
demostrar que todo lo contado es verídico, que no es consecuencia de este calor
que funde lo que es y lo que puede ser.
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