Liturgia : Lo pienso cada vez que en un restaurante nos
sirven el cesto con el pan : Qué lástima que la invitación de
Jesús se quedara en el pan. Quizás eligió el pan porque en esa última cena, él
también sentado en una mesa, era lo que tenía más a mano mientras esperaba a
que sirvieran el resto. Tenía prisa porque el tiempo se le agotaba.
Supongamos que hubiera tenido más
tiempo o que la mesa hubiera estado servida desde el principio, con todos los
platos expuestos. Supongamos que Jesús, además de elegir el pan, hubiera cogido
un trozo de cordero y hubiera dicho que él estaba en ese ese trozo de carne. Supongamos
que hubiera hecho lo mismo con un trozo de rábano picante, repitiendo una vez
más que él estaba en él. Supongamos que después hubiera hecho lo mismo con las
manzanas y las nueces, repitiendo que él estaba en ellas. Supongamos, en fin,
que hubiera podido decir lo mismo de todo lo que se cenó esa noche, permitiendo
que, años después, en la liturgia religiosa, cualquier comida hubiera sido
aceptada.
Supuesto todo esto, lo religioso y
la realidad se mezclarían de una manera distinta, sin límites, ampliando el
significado de liturgia a su concepción griega de servicio público. Porque esa
misma impresión que tengo ante el cuenco con el pan, en el restaurante de hoy,
la comparto con cada uno de los platos que nos van sirviendo. Esa mezcla de
trabajo, cuidado, inspiración y materias primas que hay en cada uno. Todos
ellos rituales de una liturgia, en el fondo, sin principio ni fin, pública y
privada, aquí y en cualquier parte.
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