viernes, 27 de julio de 2012

Una maleta más



Una maleta más : Es la mejor manera de empezar unas vacaciones, en el asiento de detrás, apretado entre las maletas. Delante de mí va la tía de María y como las dos ocupan ya el puesto de adultos en el coche, yo puedo dedicarme a entrar en las vacaciones desde este sitio, que es una buena puerta.

Los adultos hablan de temas serios, de los que no admiten ni una frase graciosa en este post. Me asomo de vez en cuando a la conversación para regresar con más decisión a este pequeño mundo que me he montado. Tengo : Una bolsa con tres libros, el iPad, el iPhone, el periódico y un chicle con sabor a fresa que mastico con cierta violencia. Voy saltando de una cosa a otra porque todas me parecen urgentes, interesantes y divertidas. Una canción de Fiona Apple, una partida al Where´s Perry, repasando las partidas inacabadas de Daniel para conseguir todos los gnomos que se le han escapado, una lectura rápida a algunos artículos, varias páginas del libro de Jabois. Y el chicle.

Relaja mucho tener a dos adultos delante conversando : ajusta algunas piezas flojas en la cabeza. A veces una bolsa, en equilibrio sobre una maleta, se cae y tengo que volver a colocarla en su sitio. No importa. Puedo cerrar los ojos sin sentirme culpable. Puedo mirar hacia atrás. Puedo contar árboles. Puedo fijarme en las nubes. Tengo tiempo de sobra para aburrirme, a lo que me dedico también seriamente porque quiero aprovechar el tiempo.

Abandonada Madrid, el cielo se eleva y se convierte en algo majestuoso. Decido dejar de aburrirme para fijarme de nuevo en las nubes. Son grandes, como trasatlánticos con las bodegas repletas de calma. El sol se coloca detrás de ellas, afilando así unos bordes que se vuelven brillantes, perfectos para hablar de dioses y esas cosas. Me giro, apoyo la cabeza en la bolsa que se cae, y me fijo en las nubes.

Hago fotos y fotos y fotos, sin preocuparme por si salen bien o mal. Anulo el juicio. Los adultos siguen charlando. Me parece un mundo difícil el suyo, en el que no basta el deseo para que las cosas vayan bien. Ni el cariño. Ni la preocupación. Es inevitable sentir lástima y admiración por ellos.

Nubes grandes. La luna, en cuarto creciente, amenaza con sus puntas curvas a los barcos que navegan junto a ellas.

Cuando hora y media después ellos llegan al pueblo, ya les llevo ventaja.

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