Una maleta más : Es la mejor manera de
empezar unas vacaciones, en el asiento de detrás, apretado entre las maletas.
Delante de mí va la tía de María y como las dos ocupan ya el puesto de adultos
en el coche, yo puedo dedicarme a entrar en las vacaciones desde este sitio,
que es una buena puerta.
Los adultos hablan de temas serios,
de los que no admiten ni una frase graciosa en este post. Me asomo de vez en
cuando a la conversación para regresar con más decisión a este pequeño mundo
que me he montado. Tengo : Una bolsa con tres libros, el iPad, el iPhone, el
periódico y un chicle con sabor a fresa que mastico con cierta violencia. Voy
saltando de una cosa a otra porque todas me parecen urgentes, interesantes y
divertidas. Una canción de Fiona Apple, una partida al Where´s Perry, repasando
las partidas inacabadas de Daniel para conseguir todos los gnomos que se le han
escapado, una lectura rápida a algunos artículos, varias páginas del libro de
Jabois. Y el chicle.
Relaja mucho tener a dos adultos
delante conversando : ajusta algunas piezas flojas en la cabeza. A veces una
bolsa, en equilibrio sobre una maleta, se cae y tengo que volver a colocarla en
su sitio. No importa. Puedo cerrar los ojos sin sentirme culpable. Puedo mirar
hacia atrás. Puedo contar árboles. Puedo fijarme en las nubes. Tengo tiempo de
sobra para aburrirme, a lo que me dedico también seriamente porque quiero
aprovechar el tiempo.
Abandonada Madrid, el cielo se
eleva y se convierte en algo majestuoso. Decido dejar de aburrirme para fijarme
de nuevo en las nubes. Son grandes, como trasatlánticos con las bodegas
repletas de calma. El sol se coloca detrás de ellas, afilando así unos bordes que
se vuelven brillantes, perfectos para hablar de dioses y esas cosas. Me giro,
apoyo la cabeza en la bolsa que se cae, y me fijo en las nubes.
Hago fotos y fotos y fotos, sin
preocuparme por si salen bien o mal. Anulo el juicio. Los adultos siguen
charlando. Me parece un mundo difícil el suyo, en el que no basta el deseo para
que las cosas vayan bien. Ni el cariño. Ni la preocupación. Es inevitable
sentir lástima y admiración por ellos.
Nubes grandes. La luna, en cuarto
creciente, amenaza con sus puntas curvas a los barcos que navegan junto a ellas.
Cuando hora y media después ellos
llegan al pueblo, ya les llevo ventaja.
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