martes, 10 de julio de 2012

Un pez con forma de azulejo




Un pez con forma de azulejo : María se lleva a los mellizos a Decathlon para que elijan unas aletas. Las de Lucía son pequeñas, para piscina. Las de Daniel son grandes, listas para cruzar el Canal de la Mancha con dos (o tres) patadas : le ha salido bien que no tuvieran su número en el triste modelo de piscina.

Tan correctas y tan tristes las de piscina. Ley, cuota, buena educación, norma, mínimo, cuidado, silencio. En todo eso pienso cuando las veo.

¡Ah! Las de Daniel son otra cosa. Son algo digno de consideración. El socorrista, al verlas, se acerca a explicarle cómo tiene que tirarse a la piscina : o de espaldas o por la escalera, le dice, si se lanza de frente, la resistencia de las aletas puede hacer que se vaya hacia atrás, se golpee la nuca y se haga algo serio o peor que serio. Esa proximidad del peligro, claro, hace que esas aletas que te permiten ir y volver de Venecia en cinco (o diez) minutos adquieran más valor.

Las de piscina, las de piscina, ¿quién puede ser tan triste como para diseñar unas aletas así? Joder que hay gente triste por el mundo, poniéndole normas al ancho máximo de cada franja del paso de cebra, al peso mínimo de los melocotones, a la cantidad de patata que tiene que llevar una patata frita para tener ese nombre, a la diferencia en términos de seguro entre un huracán y un tornado y, en el colmo de la desesperación, al tamaño aconsejable para la aleta de piscina. Con una vida así, no sé, lo mejor sería aparcar el coche en la vía del tren y hacer tiempo echándose una siesta, utilizando el sueño para unir lo temporal con lo infinito.

En fin, que algo (legal) fue mal en el crecimiento de las aletas de piscina y se quedaron así.

Las de Daniel : ahora cruza la piscina de un lado a otro salpicando mucho, obligando a que las lánguidas amas de casa que están tumbadas junto al borde, uy, se levanten, este niño, y se alejen unos centímetros, con un esfuerzo que las obliga a cambiar su postura de playa privada, de marido que trabaja y está a punto de llegar. Bien, Daniel. Salpica, hace ruido y va muy deprisa. Es cierto que podría llevarse a algún otro niño por delante, pero eso son los efectos colaterales de sus aletas de playa, de mar, de acercarse a Nueya York en hora y media (vale, hora y tres cuartos). Y la vida, estimadas y etéreas amas de casa que queréis reprenderlo, está hecha de efectos colaterales : un grupo de golfos saquean las Cajas de Ahorro y a ti te suben tres puntos el IVA. El efecto mariposa pero con cerdos hijos de puta en un lado y tu dinero en el otro.

Para conservar un poco las formas, de vez en cuando le digo a Daniel que vaya más despacio (¡corre!), que salte con cuidado (¡lánzate!), que no salpique (¡empápalos a todos!). Lo hago con esa falta de fe del que le lanza una pelota a un perro de madera para que se la traiga.

Daniel me pide entonces que me meta en el agua. Como no se quita el tubo de la boca, sus palabras salen por él. Parece que vinieran de más lejos, de mucho más lejos, de más allá de las nubes. Me explica que llevar estas aletas es como volar (hace el movimiento de sumergirse y salir del agua con las manos). A través de sus gafas empañadas (el socorrista le ha enseñado también el truco de la saliva, que nunca funciona) veo cómo brillan sus ojos. Ese brillo se mueve dentro de mí como un pájaro excitado buscando una salida : benditas aletas.

Abre la mano y me enseña un azulejo que ha recogido del suelo. Deberían crear una raza de peces que pudiera vivir en las piscinas para poder disfrutar de ellos con las gafas, el tubo y las aletas. A eso y no a diseñar aletas de piscina (capar un Ferrari para que no supere los cuarenta por hora) es a lo que habría que dedicar el tiempo. Si el tipo de la siesta en el coche se ofreciera, yo ahora mismo, viendo que el tren se acerca, hasta le despertaba. Pero no, no creo que estén ya con ello, y, en lo que algún algún emprendedor con fondos del CDTI se lanza a ello, Daniel se conforma con este trozo de coral azul que en su mano para mí es valioso.

-Voy a por más – dice.

Sol, cloro, agua. Tal vez ahora salga con un pez con forma de azulejo para la cena.  

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