Dunas de
chocolate : No sé exactamente de qué hablamos. Unas notas que han recibido hoy.
Un dictado que han hecho. Unas anécdotas sobre unos amigos. Las clases con
flauta.
Avanzamos lentamente por la calle
porque es la hora en la que se apagan las luces de las oficinas y los coches
salen de todos los garajes. No hay prisa. Los coches parecen cansados, como los
conductores.
Yo tampoco tengo prisa. Hoy no toca
baño y los deberes que quedan, me dicen, son fáciles. Acabo de recogerles de
las extraescolares y están merendando. Primero me llega el olor del chocolate
de las galletas de Lucía, como esa arena que el viento hace avanzar por las
dunas de la playa. Algo leve, por rachas. Después, el del chocolate del bollo
de Daniel, que avanza lentamente, con la densidad y la rotundidad de la lava de
un volcán, cubriéndolo todo a su paso y anulando cualquier oposición.
Me entretengo en esos dos olores.
No hay prisa. Las luces de las oficinas. Los coches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario