Un atardecer
colateral : Estoy viendo un buen atardecer urbano gracias a las buenas notas de
Lucía. Su profesora, apenas nos sentamos, nos dice que va muy bien. Muy bien,
insiste. Y permanecemos un momento en silencio, porque nosotros nos quedamos
sin preguntas y ella sin la oportunidad de exponer sus respuestas : cuando las
cosas van bien, este tipo de narraciones empieza por el final. De repente
reacciona y, para justificar la reunión, de una carpeta saca los exámenes del
trimestre y nos va indicando pequeños errores : una falta, una suma, una
contestación en un ejercicio de comprensión. Que los haya encontrado parece más
un éxito suyo que un error de Lucía. Aunque se esfuerza, le falta la tensión que
seguramente muestra cuando en estas primeras turbulencias advierte un horizonte
de frío y oscuridad. No es el caso y ella misma renuncia a seguir con la exposición
y guarda todas las hojas. Apenas han pasado unos minutos.
Al acercarme al coche me doy cuenta de que está atardeciendo. Como a estas horas suelo estar en la oficina, disfruto del momento. Nos conformamos con poca cosa en la ciudad : esa franja de sol denso
que se posa sobre la carretera, presionado por un cielo ya oscurecido.
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