El almacén de recambios : Los artículos
de las tiendas de los chinos son como los peces : si los sacas de su entorno,
se mueren. La ilusión de que están vivos aguanta mientras los llevas en la
bolsa que te dan, igual que cuando sales de la tienda de animales, sintiendo en
la mano que ahí dentro hay vida. Ya en casa, hay que tener cuidado y cogerlos con
dedos de cirujano y atención de pediatra. Parecen fuertes porque han cruzado
medio mundo para hacerte sentir como si tus monedas fueran de oro, pero todo es
un espejismo.
La peonza discotequera es un buen
ejemplo. La repartieron las madres en un cumpleaños (los chinos son parte
importante de muchos cumpleaños) como si fueran caramelos con pilas sin
recomendarles a los niños que, para que duraran, lo mejor era no utilizarla.
Habría sido una buena lección : hacerles sentir ese pequeño chasquido de la
contradicción que luego acabas encontrando por todas partes, sin la inofensiva
intensidad de un juguete.
La afirmación de un líder político
de que las leyes democráticas no le pararán es otro ejemplo.
La peonza tiene forma de platillo
volante, no pesa y es transparente. En la parte central, a modo de motor, lleva
tres pequeñas pilas, una encima de otra. Si se aprieta un pequeño interruptor,
se encienden cinco pequeñas bombillas. Hasta aquí todo va bien, pero lo que
hace de este objeto algo puramente chino es que las luces cambian
aleatoriamente de intensidad : es una fiesta portátil.
Le pido a Daniel que me enseñe la
suya pero no le cuento que la balanza comercial con china es tan desfavorable
para nosotros porque basan su producción en una clara política de ahorro de
costes que abarca tanto a los materiales como a la mano de obra y que, dentro
de esa mano de obra, el ajuste no se produce solo vía coste unitario
(salario/hora), sino, también, por las unidades aplicadas (personal), lo que
hace que muchas veces se considere excesivo aplicar un plan de control de
calidad que pudiera, ya no eliminar, sino por lo menos limitar, los posibles
errores que el resto de las variables va a provocar. No se lo digo y al girar
demasiado la llave que le da cuerda a la peonza, ésta se rompe. El sonido que hace
algo que se rompe es igual en chino que en español.
Vaya.
Pero pronto recuerdo que en una
casa con mellizos abundan los recambios. Si uno se olvida el libro en el
colegio, el otro se lo puede dejar. Si uno se queda sin calcetines limpios, ahí
está el otro para solucionarlo. Así que, sí, hemos roto la primera peonza, pero
nos queda la de Lucía. Ella, además, ha visto lo que ha pasado y ha aprendido
la lección. Con mucho cuidado, le da cuerda a la suya y la suelta en el salón,
donde hemos apagado las luces.
El resultado es espectacular. Una
espectacularidad doméstica, pero efectiva. El canto del cisne de la peonza.
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