Perdido en el valle : En la pantalla de
la izquierda, en un programa dedicado a las Copas de Europa, aparece Zidane
realizando varias de sus jugadas más conocidas. Verlo es sentirse en casa.
En la pantalla de la derecha, en un
resumen del partido del Celtic de Glasgow contra el Barça, van pasando todos
esos momentos en los que el Barça estuvo a punto de marcar. Vaya. Casi. ¡Pero
no!. Me cuesta saber si me gusta más ver los goles del Celtic o los errores del
Barça.
Es evidente que, a veces, a quien
se levanta un poco antes y se hace el zumo y se dice, vamos a preparar la bolsa
sin cavilar, que si pensamos aparece una razón para no ir al gimnasio, a ése
que mete la muda, las dos toallas, el pantalón y la camiseta, a ése que se baja
al parking y se sube al coche sin darse cuenta de que todos los demás coches
están ahí porque sus dueños duermen un poco más y andarán más descansados, a
ése que se da cuenta (tarde) de que debería haberse puesto un abrigo aunque el
trayecto desde el coche al gimnasio sea corto y mira el reloj calculando el
tiempo que puede estar ahí, a ése, en fin, que no se enrolla demasiado con el
encargado con ganas de hablar de la última película que ha visto; a ése, decía,
a veces, como hoy, Dios le ayuda.
A la izquierda, pues, Zidane. A la
derecha, resumiendo, el Barça perdiendo. Una buena combinación que es probable
que muy poca gente esté viendo. Sudar, esta vez por lo menos, es algo bueno. Sé
que me engaño y que estoy comparando épocas distintas. Sé que el Celtic
recibirá goles en el partido de vuelta como para que el resumen que se haga del
partido dure más que él. Sé que si sigo añorando al gran Sisú es porque todavía
no hay reemplazo. Sé que este consuelo tiene algo de infantil. Sé que en el
navegador madridista no aparece todavía el camino hacia la Décima. Todo lo sé y
no me importa : el caso es que ahí estoy, sin saber si fijarme en la pantalla
de la derecha o en la de la izquierda o al revés. Hay mucho que mirar y basta
que me decida por un lado para que sospeche que lo interesante esté en el otro.
Faltaría esa visión integradora,
capaz de unificar tanto la derecha como la izquierda, para combinarlas en un
todo. Como ocurre muchas veces en la naturaleza. Y en otras partes del gimnasio
donde de un vistazo lo acaparas todo.
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