Cuatro
segundos ondulantes : Hay un enlace que une la 607 con la M-40 que me gusta
coger : es como si la carretera elevada, recién hecha, hubiera recibido un
golpe de viento justo cuando se estaba secando. Es probable que haya suficientes errores de cálculo como para que al ingeniero que la diseñó le quiten las
medallas y le obliguen a volver a hacer cuentas con lápiz negro y rojo. No
importa. Si por mí fuera, le daba uno o dos ministerios para que su nombre
pasara a la Historia. No es solo que la curva, cerrada a la izquierda, sea
divertida. Es que las ondulaciones de la carretera elevan y dejan caer el coche
varias veces en tres o cuatro segundos mientras ves cómo el horizonte, con las
torres de la Ciudad Deportiva de fondo, se agita suavemente, rompiendo la
tranquilizadora rutina de lo horizontal. Esos segundos son de lo mejor del
lunes. Una agitación lúdica, infantil, que me sirve de frontera entre el yo que
se pasa el día con el Excel y el que va a recoger a los mellizos. Después de
dejar el coche, no me cuesta nada imaginarme como uno de esos niños que
practica los tiros a la portería, que se pasa el balón de baloncesto o que sale
de la clase de judo o de la de gimnasia rítmica y me busca con la mirada hasta
que, al verme, se queda tranquilo y se permite pensar ya en la merienda.
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