Dos formas de
abandonar una clase : La ventana que tengo al lado en la sala da a un balcón
que recibe directamente la luz del sol, lo que me permite medir cómo se va
acabando el día. Delante, el ponente avanza en un curso sobre valoración de
start-ups, pero como se gana la vida con eso apenas da información relevante,
solo lugares comunes y una cita de Confuncio para no mostrar su cartas. Los
flujos de caja y Confuncio : la clase de mezcla que solo se da en momentos como
éste.
La luz, al principio, no me llama. Tomo
unas notas en el cuaderno pero me canso pronto porque es difícil hacer un
esquema del esquema que me ofrecen en la presentación. Escucharlo es como
pasear por un edificio en el que solo hubieran levantado las columnas. Vuelvo a
la luz, que parece haber reaccionado a mi falta de interés por lo que escucho y
que ahora se ofrece con esa tranquila intensidad del atardecer.
Trato de regresar a la exposición.
Apenas hay sitios vacíos. “Todo”, dice, “es cuestión de oferta y demanda”. Ahí
está de nuevo la famosa ley con esa simplicidad que debería resultar
sospechosa. Hemos caminado hacia atrás para, disimuladamente, dar como punto de
llegada el de partida. No me importa porque, quizás para compensar, la luz va
ganando en urgencia. Ya no mantiene las distancias y se convierte en una
invitación a que salga.
Me
imagino todas las callejuelas del barrio de La Latina con los contrastes
destacados. Podría empezar por el Palacio Real y después perderme un rato
siguiendo esa luz por los objetos que me vaya encontrando para ver si los
instala ya en la primavera. Si tengo suerte, hasta podría pasearme por algunas
zonas como si las descubriera. Espero a que llegue el turno de preguntas para
marcharme sin hacer ruido : salgo de la clase por la puerta pero hace ya unos
minutos que he saltado por la ventana.
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