La sombra del bumerán : Pido dos copas de Señamaria cuando
lo veo escrito en la pizarra porque me atrae el nombre. Me gusta este marketing
sutil que sirve para ganar en el fotofinish frente al bombardeo de las grandes
campañas. La chica coloca las dos copas muy juntas y sirve el vino con cierta
violencia masculina en dos golpes precisos, como si echara aceite al motor.
También esto me gusta porque ese ímpetu se disuelve en un mercado de San Miguel
que a las doce de la mañana está muy tranquilo.
Tal vez sea
pronto para tomarse un vino, pero no tenemos mucho tiempo libre, así que
decidimos adelantar el reloj dos horas. Mientras los demás estiran sus
desayunos nosotros pedimos unos cuantos canapés que desaparecen del plato porque
los gestos de nuestra versión 2X también son un poco más rápidos. Queremos
meternos en los bolsillos la mayor cantidad posible de mañana de domingo. Por
eso eliminamos los silencios como el que quita el espacio entre líneas para que
el texto de nuestro paseo sea compacto.
Terminamos
la copa y me marcho a por otro vino. Imperial. También está bueno. Intercambiamos
esas anécdotas que sólo parecen asomar la cabeza con la segunda copa de vino y
planeamos las siguientes paradas con una precisión que nos estimula porque no
nos cuesta ponernos de acuerdo (Unas croquetas en El león de oro, un paseo por
La Central, un fondant en Valor). Nos acabamos el vino cuando la mañana empieza
a volverse más densa y la gente deja el cruasán y sigue nuestro ejemplo. No les
diremos que a estas horas ya es difícil pescar algo en las aguas del domingo.
Vamos a por
la primera ración de croquetas. Y a por la segunda. Visto desde arriba, nuestro
recorrido se asemeja a la trayectoria de un bumerán : podemos alejarnos todo
lo que queramos, pero a las cinco tenemos que estar en el mismo punto en el que
dejamos a los mellizos a las ocho de la mañana. Por eso andamos tan deprisa,
casi corremos.
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