El antídoto : Después
de darle el beso de buenas noches y justo cuando estoy saliendo de su
habitación, la luz apagada, el libro de Rodari en su sitio, Daniel me dice que
ha hecho un dibujo en el colegio y me pregunta si quiero verlo. Ya sabe que las
palabras pueden tener más o menos valor y que para saber si realmente valoro
sus dibujos, como suelo decirle, tengo que demostrarlo ahora con un gesto : ya
es tarde y el cansancio se ha extendido por mi cuerpo, justo cuando he
terminado el largo cuento de Rodari de hoy, como un veneno denso.
Dudo
un par de segundos y enciendo la luz. Daniel salta de la cama y de su mochila
saca un papel doblado que despliega. Un niño que tiene problemas con las
matemáticas, me dice. Me fijo en su rostro, en la posición del cuerpo y en ese
árbol con manzanas del fondo. Parece una interpretación de "El Pensador". Le
pregunto si lo han dado en una ficha. Sí, me dice. Hablamos un rato del dibujo
: llovía en uno de los recreos y un amigo y él se pusieron a dibujar. Mientras
me lo cuenta, me voy fijando en los detalles : la mano cerrada, la oreja, el
pelo desordenado, los cordones de los zapatos, el gesto, entre triste y
preocupado del niño. Pasamos un rato charlando. Al darme cuenta de la hora que
es, termino bruscamente con la charla, le pido que se tumbe y apago la luz.
Objetivamente hablando, algo debe haber en sus dibujos porque la segunda vez
que cruzo la puerta de su habitación ya no estoy tan cansado
No hay comentarios:
Publicar un comentario