La lucha del bien contra el bien : No
sé si el mundo necesita otro cinturón blanco-amarillo. Hace unos años no me
planteaba preguntas como ésta, pero ahora hemos descubierto que, además de la
burbuja económica, había otra, asociada, relacionada con el valor de los
objetos : todos eran imprescindibles y, antes de que pudiera surgir cualquier
duda, se sacaba la tarjeta para dar por cerrado el tema.
Perdida esa ingenuidad, ahora todo
pasa un examen.
Otro cinturón blanco-amarillo que
ofrecemos al mundo. No me parece mal, aunque mis argumentos son subjetivos : me
caen bien los que hacen judo. Son como la combinación sin alcohol de los
deportes de lucha. Una disciplina de combate que no parece necesitar de un
enemigo. Si las demás siempre te ponen de ejemplo al tipo con la navaja que
quiere atracarte, aquí todo se queda en teoría, en lucha de salón, en ejercicio
elegante en el que siempre ves luchar a uno que parece bueno con otro que
también lo parece. Apuestes por quien apuestes, va a ganar el bien.
Sé que el tipo que hace judo sólo
podría hacer de guardián en una sociedad de ciencia-ficción en la que el único
malo permaneciera permanentemente controlado, como la última cepa del virus de
la viruela. Pero llegados a este punto, en vez de ser realistas y de recordar
cómo son las cosas de verdad, doy el salto y me imagino en esa improbable
ciudad del futuro en la que las cosas sean un poco más fáciles. Si hay alguna
forma de que nos acerquemos a esa utopía, es a base de crear estos ejércitos de
soldados de kimono blanco, como albornoz de aristócrata, totalmente incapaces
de defenderse ellos mismos.
Su profesor le ata a Daniel el
cinturón. No son muchos los que hacen judo. La mayoría se dedica al fútbol. Eso
es bueno : también los padres nos sentimos especiales y con ganas de aplaudir
por igual a los que van recibiendo su nuevo cinturón.
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