La moneda al aire : Poco antes de ser
ingresado en una clínica psiquiátrica (mala promoción para sus libros, que no sabemos
vendernos), Nietzsche se agarró al cuello de un caballo. Espero ver pronto
(Disney, mediante) “El caballo de Turín”, la película basada en esa escena,
para ver si entiendo sus razones para ese abrazo y compararlas con las que me
empujan a hacer lo mismo con esa taladradora que hoy descansa apoyada en el asfalto
que el lunes romperá a base de golpes.
No lo hago porque en el coche me esperan
María, Daniel y Lucía y sería difícil encontrar una excusa. Un capricho, podría
decirles. Una tontería. Un impulso. ¿Y para qué andarse con rodeos? Ese esfuerzo
por romper lo que se ha quedado seco, esa capa por la que caminamos, para ver
qué se esconde debajo.
Me atrae, sobre todo, ese punto en
el que la punta del martillo hidráulico se apoya. Ese desafío de capitanes antes de que el árbitro lance la
moneda al aire.
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