Suerte y vino : “Estadística,
estructura, idoneidad, cuestionario, calidad, cumplimentación, copia,
justificante, recepción, incidencia, fusión, absorción, escisión, celeridad,
documentación, reclamación, recepción, revisión, obligado, resultado y
encuesta.” Leo el escrito dos veces y eso que se me cae al suelo, con forma de
bayeta, debe ser mi alma. O algo parecido. Como es lunes y las energías anda
escasas, tengo que elegir : o trabajo o cojo la bayeta y la escurro. Ahí se queda.
Este resumen de lo que ha sido la
jornada laboral hasta la seis de la tarde es necesario para entender que cuando me
encuentro en el ático del edificio del Grupo Avanteselecta, las escaleras que he
subido han sido tanto físicas como anímicas. Una mesa con varias botellas de
vino expuestas, el atardecer de Madrid, la copa en la mano y esos minutos de
espera, sin prisas, con el tiempo merodeando como un gato bajo las mesas,
convierten esa bayeta en un pañuelo limpio y planchado.
La nuestra es una espera
aristocrática : Sting cantaba que un caballero no corre, anda deprisa, y nosotros,
con el mismo espíritu, dejamos que el
tiempo avance sin mirar el reloj. Esperamos que llegue Eulogio Calleja, el enólogo jefe,
que es a la cata lo que un cirujano a la operación : si empezamos sin él, las
cosas no saldrán igual. No sé por qué, también me lo imagino con una bata
blanca.
Mientras la tarde avanza (más
despacio, como suele ocurrir, no sé por qué, en los barrios ricos) me doy
cuenta de que entre ayer y hoy se ha establecido una conexión gallega. Ayer fui
a la Feria del Libro a que Manuel Jabois, un escritor de Pontevedra (Sanxenxo) , me firmara
“Manu”, su último libro y hoy voy a probar dos vinos también de Pontevedra (As Neves) : Viña
Nora y Nora da Neve. Me gusta ver esto como una coincidencia curiosa, de esas
que te alegran un poco, como cuando encuentras las llaves en el último sitio en
el que las buscabas, y que no tienen mayor transcendencia : tampoco la necesito
en este momento de tranquilidad, botellas en cubiteras y platos con colines
distribuidos por las mesas.
He de reconocer que soy un tipo de
tinto y que mis conocimientos sobre el vino incluyen los tópicos comentarios
sobre el lagrimeo, el sabor a coco del roble francés (o el americano, no sé), y
la necesidad de que el vino respire. No es mucho, lo sé, y con esto no se va
más lejos que el que pretende hacerse entender en Alemania usando los nombres
de los jugadores alemanes del Madrid. Mi estrategia es permanecer callado,
asentir mientras consulto el móvil y no comerme los colines de los platos.
La llegada de Eulogio pone todos
los relojes en hora, como si estuvieran adelantados. Hay personas que tienen ese efecto. Mi primera impresión es
que se trata de alguien que se lo pasa bien con su trabajo : debería estar
expuesto en alguna escuela de negocios para demostrar que gente así existe. Se
disculpa, coge una copa y empieza con la cata, que se divide en dos partes : la
primera, dedicada a Viña Nora y la segunda, vertical, a Nora da Neve.
Eulogio no deja de soltar
información interesante sobre los vinos. Intento quedarme con algunos datos,
pero soy como esos niños que tratan de atrapar los caramelos que lanzan desde
la carroza de Reyes. Da igual que caigan miles : solo tengo dos manos.
Mentalmente le ordeno a mi cerebro, mientras yo bebo, (hay que aprender a
delegar), que atrape todo lo que pueda y luego me lo enseñe. Bastante hago con
parecer uno de los blogueros especialistas en el mundo del vino que me rodean.
Asiento, me como un colín, vuelvo a beber.
De los vinos me sorprende que no tengan
ese rasgo tan característico de los albariños. El Viña Nora me gusta, pero
donde realmente está el interés de la cata es en la comparación del mismo vino,
el Nora da Neve, de tres añadas diferentes : 2008,2009 y 2010. Es algo que
nunca había hecho hasta ahora y que todo aficionado debería probar. Siendo el
mismo vino, las diferencias están claras hasta para mí, del bando del tinto.
Es esa diferencia la que hace necesario
el trabajo del enólogo. Por lo que va contando de las lluvias, del cambio
climático, del terreno, del sol, todo el proceso no deja de ser una lucha con
lo que se te ofrece. En ese sentido, la botella, con ese aire de hecho
definitivo, impide que la imaginación vea todo lo que hay detrás. Ese trabajo
en el que a veces se gana y otras, como con la cosecha del 2011, que no se
aprovechó, se pierde. Cada año es nuevo
Ayer Jabois nos miraba a todos los
que pasábamos por delante de él como si fuéramos patos con una diana en el
pecho. Se le veía de buen humor. Tal vez hasta ya tenía en la cabeza una buena
columna sobre todos nosotros. Compré “Manu” y se lo pasé para que me firmara.
La firma me daba igual. Solo quería decirle en la cara lo bueno que me parecía.
Decía Picasso que el que se queda un elogio se queda con algo ajeno y yo tenía
tantos para Jabois por su lecturas (“Grupo salvaje”, “Irse a Madrid” y, en general, sus columnas) que si
seguía sin comentárselo temía que se me plantara una pareja de la Guardia Civil
por apropiación indebida. Más que una dedicatoria, me estaba firmando un
salvoconducto por su aparecían los de la benemérita.
Cerraba su dedicatoria con un “Suerte
y vino”. La hago mía en este momento.
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